Los riñones son un par de órganos esenciales para el correcto funcionamiento del organismo. Estas estructuras se encuentran localizadas en el costado, a cada lado de la columna vertebral, y cuentan con un peso de 150 gramos y una longitud de 10-12 centímetros en su fase adulta. Cada riñón posee dos caras, dos polos y dos bordes, y tiene como unidad funcional la nefrona, un conjunto de secciones (glomérulo, cápsula de Bowman, túbulo proximal, asa de Henle, túbulo distal y conducto colector) cuya función común es filtrar los desechos de la sangre, regular el agua y sustancias solubles, reabsorber los nutrientes necesarios y formar la orina para la excreción.
Cada uno de los riñones está formado, aproximadamente, por 1 millón de nefronas que filtran la sangre del cuerpo de forma incansable. Con un número tan sorprendente, no es de extrañar que estos órganos procesen una media de 200 litros de líquido cada 24 horas, de los cuales unos 2 litros son transformados en orina. Más allá de su función de filtración y depuración, los riñones son responsables de la formación de ciertas hormonas claves en procesos como el control de la presión arterial, la estimulación de la médula ósea, el equilibrio químico del cuerpo y el correcto estado de los huesos.
Debido a su constante trabajo y contacto con sustancias potencialmente dañinas, los riñones son proclives a verse dañados con el paso del tiempo, sobre todo ante la presencia de hábitos insanos o patologías previas que puedan afectar a la salud renal. En las siguientes líneas, te lo contamos todo sobre la enfermedad renal crónica (ERC) y cómo detectarla antes de que se torne un problema grave.
¿Qué es la enfermedad renal crónica?
La enfermedad renal crónica (ERC), también conocida como insuficiencia renal crónica (IRC) o nefropatía crónica a secas, se define como una pérdida progresiva e irreversible de las funciones renales. Se considera que un paciente tiene enfermedad renal crónica cuando el filtrado glomerular (capacidad general de filtrado renal) ha disminuido de forma considerable, o dicho de forma más técnica, cuando los valores registrados son los siguientes: <60 ml/min/1.73 m² durante 3 meses o más, independientemente del agente causal.
A grandes rasgos, los síntomas y las características de este cuadro suelen aparecer cuando la tasa de filtración glomerular cae por debajo del 15 %, de forma aproximada. La enfermedad renal crónica se clasifica en cinco etapas según la tasa de filtrado glomerular (TFG):
- Etapa 1 (daño renal leve): TFG ≥ 90 mL/min/1.73 m² (normal o levemente disminuida).
- Etapa 2 (daño renal leve-moderado): TFG 60-89 mL/min/1.73 m².
- Etapa 3 (daño renal moderado): TFG 30-59 mL/min/1.73 m².
- Etapa 4 (daño renal severo): TFG 15-29 mL/min/1.73 m².
- Etapa 5 (insuficiencia renal o insuficiencia renal terminal): TFG < 15 mL/min/1.73 m² (requiere diálisis o trasplante renal).
Las implicaciones de la ERC son amplias: surge de varios procesos patológicos y afecta la salud cardiovascular, la función cognitiva, el metabolismo óseo, la anemia, la presión arterial y muchos otros indicadores de salud. Tal y como indica el portal profesional Nefrología Al Día, este trastorno afecta a más del 10 % de la población general en todo el mundo, lo que representa a más de 800 millones de personas. La prevalencia aumenta a medida que se avanza en la edad, en el sexo biológico femenino y, sobre todo, en pacientes con diabetes mellitus e hipertensión.
Síntomas asociados a la nefropatía crónica
Este cuadro se considera silencioso en muchos casos, y progresa de forma lenta durante años hasta que empiezan a notarse los síntomas. Además, los signos clínicos iniciales son comunes a otros muchos trastornos y enfermedades, razón por la cual es habitual que este cuadro se confunda con otras afecciones en sus primeras etapas.
De todas formas, con el tiempo, el fallo renal puede provocar el incremento de fluidos en el interior del organismo y la acumulación de electrolitos/sustancias de desecho en el torrente sanguíneo, lo que desemboca en diversos signos clínicos y síntomas. Algunos de los más habituales son:
- Náuseas.
- Vómitos.
- Pérdida de apetito.
- Problemas para dormir.
- Desajustes en la producción de orina.
- Dolores de cabeza.
- Picazón y sequedad de la piel.
- Pérdida de peso involuntaria.
- Piel anormalmente clara u oscura.
- Problemas de concentración.
- Inflamación y pérdida de sensibilidad en las extremidades.
- Dolores musculares.
- Aliento con olor a amoniaco (algo similar al pescado).
- Hipertensión difícil de controlar.
- Dificultad para respirar.
- Dolor de pecho.
La aparición de uno o vario de estos síntomas depende considerablemente de la fase de la enfermedad: cuando la función renal se ve leve o moderadamente afectada, los riñones pierden la capacidad de concentrar la orina y absorber agua, lo que aumenta el volumen de orina. Además, la excreción de ácidos y potasio se ve reducida, lo que puede causar acidosis e hiperpotasemia. La producción de glóbulos rojos disminuye, provocando anemia, y los niveles elevados de productos de desecho en la sangre pueden dañar el sistema nervioso, además de aumentar el riesgo de gota debido a altos niveles de ácido úrico. Todo esto se traduce en algunos de los signos ya citados, como confusión, picazón de la piel y más.
A medida que la enfermedad progresa, los riñones no pueden controlar la retención de agua y sal, lo que puede llevar a hipertensión arterial e insuficiencia cardíaca. La presión arterial alta y los niveles elevados de triglicéridos aumentan el riesgo de aterosclerosis, y la inflamación del pericardio (pericarditis) también es común. Si estos problemas persisten, la salud ósea puede verse afectada, llevando a una condición conocida como osteodistrofia renal, que afecta la producción y mantenimiento del tejido óseo. Como podrás observar, el daño a los riñones afecta a múltiples órganos y sistemas, lo que deriva en una sintomatología variable y difusa.
Causas de la insuficiencia renal crónica
Tal y como indican portales médicos, la insuficiencia o enfermedad renal crónica puede ser resultado de procesos patológicos divididos en 3 categorías: prerrenal (disminución de la presión de perfusión renal), renal intrínseca (patología de los vasos, glomérulos o túbulos-intersticio) o la posrenal (obstructiva). Veamos cada una de ellas de forma somera:
Causas prerrenales: la enfermedad prerrenal crónica se presenta en pacientes con insuficiencia cardíaca crónica o cirrosis, en los que la disminución persistente de la perfusión renal aumenta el riesgo de daño renal intrínseco, como la necrosis tubular aguda. Con el tiempo, esto puede conducir a una pérdida progresiva de la función renal y el cuadro ya descrito.
Causas renales intrínsecas:
- Enfermedades renales vasculares: en este frente destaca la nefroesclerosis arteriolar hipertensiva, el daño renal progresivo causado por una presión arterial elevada (hipertensión) de larga duración mal controlada. Otras enfermedades vasculares renales incluyen la estenosis de la arteria renal debido a la aterosclerosis o la displasia fibromuscular.
- Enfermedades renales glomerulares: en este caso, la unidad funcional afectada es el glomérulo, una parte esencial de la nefrona. Las causas más comunes son la glomerulonefritis postinfecciosa, la endocarditis infecciosa, la nefropatía por IgA, la nefritis lúpica, el síndrome de Goodpasture y la vasculitis.
- Enfermedades renales tubulares e intersticiales: en este caso, el principal exponente es la enfermedad renal poliquística (PKD), Una afección en la cual se desarrollan grupos de quistes en el cuerpo, principalmente en los riñones. La PKD es de patrón hereditario y está causada por mutaciones genéticas en el gen PKD1 o PKD 2.
Causas postrenales u obstructivas: la obstrucción crónica renal puede ser resultado de una enfermedad prostática, nefrolitiasis o un tumor abdominal/pélvico que ejerce un efecto de masa sobre el uréter o los uréteres. También hay que tener en cuenta anormalidades renales congénitas que puedan provocar este cuadro.
Principales factores de riesgo
Más allá de los desencadenantes de este cuadro a nivel técnico, es necesario destacar que los principales factores de riesgo son la diabetes y la hipertensión arterial. En las personas diabéticas, los niveles altos de azúcar en sangre pueden provocar daños en la vascularización de los riñones, haciendo que estos filtren peor con el paso del tiempo. En pacientes hipertensos, el corazón tiene que trabajar “más fuerte” para bombear la sangre, lo cual también puede provocar daños en los vasos sanguíneos con el paso del tiempo.
Entre otros factores de riesgo a tener en cuenta, destacan los problemas cardiacos previos, la obesidad, el tabaquismo, la edad avanzada y el presentar problemas congénitos en los riñones. Ante cualquier duda o inquietud con respecto a tu proclividad de padecer esta enfermedad, te recomendamos que te pongas en contacto con tu médico.
Diagnóstico de la enfermedad renal crónica
El diagnóstico de la enfermedad renal crónica (ERC) comienza con una evaluación clínica detallada, que incluye un análisis de los síntomas e historial clínico del paciente, según los puntos ya citados en arteriores apartados de este artículo. El profesional médico también debe realizar un examen físico en el paciente para detectar signos de retención de líquidos o insuficiencia cardiovascular. De todas formas, los síntomas de la ERC pueden ser sutiles en sus etapas iniciales, por lo que es importante realizar pruebas diagnósticas adicionales.
Las pruebas clave para diagnosticar la ERC incluyen el análisis de orina, que puede detectar la presencia de proteínas (como la albúmina) o sangre en la orina, lo que indica daño renal. Además, se debe realizar un análisis de sangre para medir los niveles de creatinina y calcular la tasa de filtración glomerular (TFG), que evalúa el grado de función renal. Un TFG por debajo de 60 mL/min/1.73 m² durante tres meses o más es indicativo de ERC, tal y como ya hemos mencionado. También se pueden medir otros indicadores de función renal, como los niveles de ácido úrico, potasio y fósforo.
En algunos casos, para evaluar el grado de daño renal y descartar otras enfermedades, se pueden utilizar pruebas de diagnóstco por imágenes renales, como ecografías, tomografías computarizadas (TAC) o resonancias magnéticas (RM). En ciertos casos más complejos, se puede realizar una biopsia renal para obtener una muestra de tejido renal y determinar la causa exacta del daño, lo que ayuda a guiar el tratamiento.
Tratamiento
El tratamiento de la enfermedad renal crónica (ERC) se centra en controlar los factores subyacentes que causan el daño renal, como la hipertensión, la diabetes y el colesterol elevado. Uno de los primeros pasos es modificar el estilo de vida, lo cual incluye cambios en la dieta, como una reducción en el consumo de sal, proteínas y potasio, además de mantener un peso saludable. Los pacientes deben seguir una dieta equilibrada que ayude a reducir la carga sobre los riñones y prevenir complicaciones. Asimismo, el control riguroso de la presión arterial y los niveles de glucosa en sangre es fundamental, y esto a menudo se logra con medicamentos como inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA) o bloqueadores de los receptores de angiotensina (ARA).
El tratamiento farmacológico también juega un papel clave en la reducción de proteínas en la orina y en la prevención de la progresión de la enfermedad. Los medicamentos para controlar el colesterol, los diuréticos para reducir la retención de líquidos y el tratamiento de la anemia (con suplementos de hierro o eritropoyetina) también son comunes. Además, si el paciente tiene hiperpotasemia (niveles elevados de potasio) o acidosis metabólica, pueden ser necesarios tratamientos específicos, como la administración de resinas para potasio o bicarbonato.
A medida que la enfermedad progresa hacia etapas más avanzadas, el tratamiento puede incluir diálisis (hemodiálisis o diálisis peritoneal) para realizar las funciones que los riñones ya no pueden, como la eliminación de desechos y el equilibrio de líquidos y electrolitos. En casos de insuficiencia renal terminal, el trasplante renal es la opción más definitiva, proporcionando una cura a largo plazo para muchos pacientes. Dependiendo de la causa, las particularidades del paciente y su situación, el abordaje de este cuadro clínico es variable.

Como habrás podido comprobar, la enfermedad renal crónica es una patología compleja, multifactorial, y de presentación muy variable. Si se detecta a tiempo suele tener una solución clara, pero es necesario ponerse en manos del profesional médico cuanto antes ante toda duda para confirmarla o descartarla antes de que sea tarde.
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Redactor de contenidos y divulgador científico en grupo VIVO.
Redactor científico con más de 3 años de experiencia en divulgación en diversos portales web. Graduado en biología, con máster en zoología y especializado en biología sanitaria.