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Hepatitis: causas, síntomas y tratamiento

El hígado es un órgano esencial para comprender el funcionamiento del cuerpo humano y la supervivencia individual. Con una longitud de unos 15 centímetros en su eje longitudinal y unos 1500 gramos de peso, esta estructura contiene alrededor de un litro (13 %) del suministro de sangre del organismo en cualquier momento dado. Entre otras muchas labores, realiza 3 funciones principales: extracción de nutrientes, almacenamiento de energía y eliminación de sustancias tóxicas.

Mantener la salud hepática es esencial para la estabilidad fisiológica y el envejecimiento saludable. Por desgracia, existen diversas patologías y enfermedades que pueden provocar daños irreversibles en las células del hígado, dando lugar a cicatrización, cirrosis, pérdida de funcionalidad y, en los casos más graves, cáncer y muerte. En las siguientes líneas, te contamos todo lo que debes saber sobre la hepatitis y cómo prevenir su aparición.

¿Qué es la hepatitis?

Tal y como indica la Organización Mundial de la Salud (OMS), la hepatitis es la inflamación del hígado. Puede estar causada por una infección viral, consumo de sustancias tóxicas, alcoholismo, reacción inmunitaria y otras patologías. Según la etiología del cuadro clínico, la gravedad puede variar desde una enfermedad leve y autolimitada hasta un trastorno grave que requiere un trasplante de hígado.

Más allá de su definición, la hepatitis se puede dividir en 2 grandes categorías según la duración del cuadro:

  • Hepatitis aguda: tal y como indica su propio nombre, este cuadro se caracteriza por la presencia de una reacción inflamatoria aguda en el parénquima hepático. Se estima que una hepatitis es aguda cuando su duración es menor a 6 meses. Aunque suele ser autolimitada y considerarse menos grave que su variante crónica, en algunos escenarios es capaz de provocar insuficiencia hepática fulminante dependiendo de la etiología.
  • Hepatitis crónica: este término engloba a aquellos procesos inflamatorios y de necrosis celular del tejido hepático que ocurren durante un período de tiempo superior a los 6 meses. La hepatopatía crónica puede causar daño hepático que incluye fibrosis, cirrosis, carcinoma hepatocelular y características de hipertensión portal. Todas estas complicaciones son graves y se asocian a una morbilidad y mortalidad significativas.

Algunos tipos de hepatitis son prevenibles mediante vacunación y protección física, mientras que otros requieren un abordaje multidisciplinar o directamente no se pueden evitar según la carga genética individual. De todas formas, cabe destacar que la inmensa mayoría de hepatitis son de origen viral, tal y como veremos en las siguientes líneas.

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Síntomas de la hepatitis

Dependiendo del agente causal, muchas personas con hepatitis pueden ser asintomáticas, o no presentar síntomas hasta que el daño en el hígado sea avanzado. En caso de presentar signos clínicos, es posible experimentar:

  • Malestar general.
  • Fatiga crónica.
  • Color amarillo de piel y mucosas (condición conocida como ictericia).
  • Fiebre.
  • Pérdida de apetito.
  • Vómitos.
  • Náuseas.
  • Dolor abdominal.
  • Producción de orina oscura.
  • Dolor articular.
  • Cambio de coloración en las heces.

En general, la sintomatología de una hepatitis aguda suele aparecer entre las 2 semanas y los 6 meses de su adquisición, mientras que la variante crónica puede permanecer oculta durante años. Huelga decir que, ante la presencia prolongada de cualquiera de estos signos clínicos, se requiere atención médica inmediata.

Causas de este cuadro clínico

Como se ha dicho en líneas previas, la hepatitis suele estar causada por una infección de tipo viral, aunque existen otros muchos cuadros clínicos que pueden provocar su aparición. En la siguiente lista, se citan los más relevantes a nivel médico:

  • Infección viral: en este grupo, se encuentran la hepatitis A, la hepatitis B, la hepatitis C y otros cuadros provocados por virus de la hepatitis. La hepatitis A se transmite principalmente por el consumo de agua o alimentos contaminados con heces de una persona infectada, es aguda y la mayoría de las personas se recuperan completamente. Por otro lado, la hepatitis B se transmite a través del contacto con sangre, semen u otros fluidos corporales de una persona infectada, y puede ser tanto aguda como crónica. La última de las hepatitis virales más conocidas, la hepatitis C, se transmite por vía sanguínea y puede ser tanto aguda como crónica, asociándose en el último caso a la aparición de cirrosis hepática y cáncer de hígado.
  • Consumo de alcohol: la hepatitis alcohólica, como su propio nombre lo indica, está provocada por el consumo excesivo de alcohol a lo largo del tiempo. La acumulación de sustancias tóxicas por el consumo de bebidas alcohólicas se asocia a cicatrización, cirrosis y otros cuadros.
  • Venenos, productos químicos, consumo descontrolado de medicamentos o suplementos: esto puede provocar un cuadro conocido como hepatitis tóxica.
  • Hepatitis autoinmune: en este caso, la inflamación del hígado se produce cuando el sistema inmunitario ataca de forma errónea a las células hepáticas. No se conoce con exactitud la causa de este cuadro, pero sí parece que tanto genética como ambiente juegan un papel crucial en su desarrollo.

Diagnóstico de la hepatitis

El diagnóstico de la hepatitis comienza con una evaluación clínica del paciente, en la cual el profesional sanitario revisará los síntomas y antecedentes médicos. Durante la evaluación, el médico también preguntará sobre posibles exposiciones a agentes virales causales, como el consumo de alimentos o agua contaminados, uso de drogas intravenosas, transfusiones de sangre, contacto sexual sin protección, o viajes recientes a áreas con alta prevalencia de hepatitis, entre otros potenciales factores de riesgo.

Para confirmar el diagnóstico, se realizan análisis de sangre específicos. Estos análisis incluyen pruebas de función hepática que miden los niveles de enzimas hepáticas como ALT (alanina aminotransferasa) y AST (aspartato aminotransferasa), que suelen estar elevadas cuando el hígado está inflamado o dañado. Además, es necesario realizar estudios serológicos para detectar o descartar la presencia de antígenos y anticuerpos específicos de los diferentes virus de la hepatitis. Por ejemplo, la presencia de anticuerpos IgM en sangre contra el virus de la hepatitis A (anti-HAV IgM) indica una infección aguda por HAV.

En algunos casos, si los resultados de las pruebas de sangre no son concluyentes o si se sospecha una enfermedad hepática crónica o avanzada de origen no viral, pueden ser necesarias pruebas adicionales. Estas pueden incluir una ecografía abdominal para evaluar el tamaño y la estructura del hígado, elastografía para medir la rigidez hepática y detectar fibrosis, y en casos más complejos, una biopsia hepática para examinar directamente el tejido del hígado. Estas pruebas adicionales ayudan a determinar la extensión del daño hepático y a guiar el tratamiento adecuado para el paciente.

Tratamiento

El tratamiento de la hepatitis depende en la totalidad de los casos del agente causal. Por ejemplo, algunas hepatitis virales agudas no requieren un abordaje específico, y basta con ofrecer al paciente reposo, hidratación y una dieta adecuada. En caso de infección crónica, puede ser necesario el consumo de medicamentos antivirales (como tenofovir y entecavir). Además, cabe destacar que algunos de los patógenos causales se pueden prevenir con una vacunación temprana y la toma de medidas higiénicas pertinentes.

En caso de que la hepatitis sea de origen alcohólico, se requiere una abstinencia de alcohol completa para promover la recuperación del hígado. En escenarios más graves, puede requerirse el consumo de medicamentos corticosteroides para reducir el grado de inflamación, así como terapia e intervención psicológica para evitar la recaída en el alcoholismo.

En otros escenarios más específicos, puede necesitarse la eliminación inmediata de todo medicamento que pueda estar provocando daños en el hígado, cirugía, coinsumo de medicamentos inmunosupresores o recetado de ciertos fármacos para aliviar la sintomatología. En caso de que el daño hepático sea irreversible o haya signos de cáncer, el paciente puede ser candidato para un trasplante.

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Como puedes ver, la hepatitis es un conjunto de cuadros clínicos que puede ir desde una infección asintomática hasta el desarrollo de un cáncer, pasando por un amplio espectro de enfermedades que requieren un grado de intervención variable. Ante cualquier duda sobre los principales tipos de hepatitis y cómo evitar su aparición, no dudes en ponerte en contacto con tu profesional médico de confianza.

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