Las intolerancias digestivas o alimentarias afectan hasta a un 20% de la población general. Estas reacciones adversas ante la ingesta de ciertos alimentos provocan síntomas generales muy molestos y, en algunos casos, incapacitantes. Algunos de sus signos más evidentes son la diarrea, la fatiga crónica, el dolor abdominal, los gases (meteorismo), el vómito y mucho más.
La lactosa es el azúcar predominante de la leche. Aunque los seres humanos llevemos consumiendo productos lácteos de origen vacuno durante siglos, un porcentaje importante de la población no es capaz de digerirlos bien. A continuación, se exponen las causas, los síntomas y los posibles tratamientos de la intolerancia a la lactosa.
¿Qué es la intolerancia a la lactosa?
El Instituto Nacional del Cáncer (NCI) define la intolerancia a la lactosa como ‘la incapacidad de digerir o absorber lactosa, un tipo de azúcar que se encuentra en la leche y otros productos lácteos’. Es un evento extremadamente común y se estima que hasta el 70-80% de la población la padece en mayor o menor grado. De todas formas, su prevalencia depende de la etnia y la herencia. Por ejemplo, está presente en el 15% de los europeos y el 90-95% de los africanos.
La lactasa es una enzima producida en el intestino delgado que se expresa durante la infancia en todos los mamíferos. Es esencial para que tenga lugar la digestión de la lactosa y su conversión en componentes más simples (glucosa y galactosa). Los intolerantes a la lactosa producen poca cantidad de lactasa, lo que imposibilita su transformación. Por este motivo, el compuesto se desplaza hasta el colon e interactúa con las bacterias allí presentes.
La descomposición de la lactosa por parte de las bacterias del colon genera gases y también se produce un desbalance de líquidos. Esto deriva en síntomas como dolor abdominal, diarrea, gases, náuseas y vómitos.
La intolerancia a la lactosa afecta a una gran proporción de la población.
Causas de la intolerancia a la lactosa
Este problema digestivo se escinde en 3 categorías según sus posibles causas. Se exponen a continuación.
1. Intolerancia primaria
En este cuadro, se produce una pérdida progresiva de la enzima lactasa. Los bebés la requieren para poder digerir la leche materna, pero a medida que se produce el cambio de dieta es común que la enzima comience a decrecer. Un decrecimiento drástico de la lactasa hace que la lactosa no se pueda absorber todo lo bien que debería, generando los síntomas típicos de la condición. La base de esta intolerancia es genética.
Cabe destacar que todas las personas con intolerancia primaria a la lactosa pueden consumir pequeñas cantidades de productos lácteos sin experimentar síntomas graves. Si se produce una reacción clara ante porciones muy pequeñas, lo más probable es que el paciente muestre una alergia a las proteínas de la leche (algo muy diferente a la intolerancia).
2. Intolerancia secundaria
Esta forma de intolerancia encuentra su causa en una enfermedad previa, una lesión intestinal o un procedimiento quirúrgico. Dicho de otro modo, es adquirida y no tiene una base genética por sí sola. Algunas de sus causas más comunes son las siguientes:
- Celiaquía: la celiaquía cursa con daños en el revestimiento del intestino, lo que puede derivar en una intolerancia secundaria a la lactosa.
- Síndromes de malabsorción: diversas condiciones pueden provocar una malabsorción de nutrientes a nivel intestinal, lo que incluye a la lactosa.
- Enfermedad de Crohn: esta patología cursa con una inflamación del tubo digestivo que ocurre en brotes. Su causa es desconocida, pero sí se sabe que se puede relacionar con la intolerancia a la lactosa en muchos casos.
- Cirugía: si se produce la resección de parte del intestino, es posible que los alimentos no se digieran tan bien como antes de la intervención.
En algunos casos de intolerancia secundaria, solucionar la enfermedad subyacente puede ser suficiente para que la condición mejore o desaparezca. Este proceso puede llevar tiempo.
3. Intolerancia congénita
Este cuadró está causado por una mutación en el gen de la lactasa, lo que causa una actividad mínima o nula de la enzima. Es una enfermedad muy rara y se manifiesta desde la infancia, pues los bebés recién nacidos afectados son incapaces de digerir la leche materna.
Síntomas
Los síntomas de la intolerancia la lactosa comienzan de 30 minutos a 2 horas después de consumir cierta cantidad de lácteos. Algunos de los más evidentes son los siguientes:
- Distensión abdominal.
- Gases.
- Diarrea.
- Náuseas (y vómitos, aunque es menos común).
- Hinchazón.
- Cólicos estomacales.
La sintomatología puede variar dependiendo de la cantidad de lactasa sintetizada y de la porción de lácteos consumida. Por ello, el número y magnitud de los signos clínicos dependen mucho de la persona y el momento.
Diagnóstico de la intolerancia a la lactosa
La sospecha de esta intolerancia comienza estableciendo una relación entre los síntomas y el consumo de productos lácteos. Es importante tener en cuenta el historial familiar del paciente y realizar una palpación física del área abdominal, pero el cuadro se confirma con pruebas algo más específicas. Estas son las siguientes:
- Prueba de hidrógeno en aliento: durante este procedimiento, el profesional sanitario mide la cantidad de hidrógeno en el aliento del paciente después de ingerir un líquido con alta concentración de lactosa. Expulsar demasiado hidrógeno por la boca es indicativo de que la lactosa no se está digiriendo bien a nivel intestinal.
- Prueba de intolerancia a la lactosa: si se consumen grandes cantidades de lácteos, los niveles de glucosa en sangre deberían aumentar, ya que la lactosa se transforma en glucosa y galactosa. Esta prueba mide la cantidad de glucosa en sangre después de tomar un líquido muy rico en lactosa. Si esta es baja, es posible que el paciente tenga intolerancia.
- Análisis de acidez de las heces: si existe una mala absorción de la lactosa, las heces son más ácidas de lo normal.
- Biopsia del intestino delgado: esta prueba es invasiva, por lo que no se suele llevar a cabo a menos que sea necesario. Se requiere para descartar las causas subyacentes de una intolerancia secundaria.
Puede ser necesaria una o más de las pruebas citadas para realizar el diagnóstico certero.
Tratamiento de la intolerancia a la lactosa
Como hemos dicho en líneas previas, la intolerancia a la lactosa solo se puede tratar en los casos en los que existe una patología subyacente que se pueda revertir. En la intolerancia primaria, la mejor manera de evitar los síntomas derivados de la condición es limitar el consumo de productos lácteos (o tomarlos sin lactosa). De todas formas, esto puede derivar en ciertas complicaciones, por lo que en algunos casos se recomienda lo siguiente:
- Tomar suplementos de calcio con vitamina D, siempre bajo recomendación de un profesional médico.
- Incluir en la dieta alimentos muy ricos en calcio, como las verduras de hoja verde.
- Beber zumo de naranja u otros zumos suplementados con calcio.
Por otro lado, es necesario destacar que existen complementos de lactasa en forma de gotas y tabletas. Estos se pueden añadir a los lácteos para facilitar su absorción a nivel intestinal.
La intolerancia a la lactosa es una condición muy extendida en todo el mundo. Aunque no se considere una patología grave, sí que puede cursar con síntomas molestos a corto plazo tras la ingesta de productos lácteos. En caso de duda ante un problema gastrointestinal, lo mejor es acudir a un profesional antes de que el cuadro se cronifique.
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Redactor de contenidos y divulgador científico en grupo VIVO.
Redactor científico con más de 3 años de experiencia en divulgación en diversos portales web. Graduado en biología, con máster en zoología y especializado en biología sanitaria.