Aunque la alimentación sana y equilibrada es un derecho fundamental para todo ser humano, existe una parte considerable de la población mundial que no tiene acceso a ella. En ciertas regiones de bajo ingreso, la intoxicación alimentaria, las parasitosis derivadas de la ingesta y las diarreas severas son parte del día a día. Vamos más allá, pues tal y como indica la Organización Mundial de la Salud (OMS), la diarrea derivada de los problemas gastrointestinales es la segunda causa de muerte en los niños menores de 5 años. Huelga decir que este cuadro clínico es prevenible y tratable.
Aunque sea tratable de forma sencilla en casi todos los casos, la intoxicación alimentaria requiere una evaluación médica temprana para encontrar su agente causal y ponerle solución cuanto antes. En las siguientes líneas, se recogen los síntomas, las causas y el tratamiento de esta condición.
¿Qué es la intoxicación alimentaria?
Según el National Institute of Diabetes and Digestive and Kidney Diseases, la intoxicación alimentaria o intoxicación por alimentos es una infección o irritación del aparato digestivo que se propaga a través de comidas o bebidas. Se trata de una manifestación clínica de la toxicidad, sucedida tras la exposición a sustancias tóxicas de distintos orígenes posibles (venenos, toxinas, metales pesados, agentes patógenos y más).
La intoxicación alimentaria se asocia a las comidas al aire libre, los viajes a lugares exóticos y el consumo de alimentos en sitios generalmente insalubres. De todas formas, puede ocurrir en cualquier momento y situación en la que se haya ingerido algo contaminado con patógenos y/o sustancias tóxicas. Tal y como indica la OMS, hasta 600 millones de personas en todo el mundo (1 de cada 10 habitantes) contraen esta condición al año, de las cuales unas 420 000 terminan falleciendo. Los niños menores de 5 años son los más desfavorecidos en este ámbito, pues representan hasta el 40 % de los afectados y más de 1/4 de las defunciones.
Síntomas
Los síntomas y el tiempo de incubación dependen del agente causal de la intoxicación alimentaria. Por ejemplo, si aparecen entre las 1-6 horas tras la ingesta del alimento contaminado, se suele sospechar de toxinas bacterianas o sustancias químicas nocivas, pero no tanto del crecimiento de patógenos dentro del cuerpo. En cambio, los cuadros que cursan con una infección propiamente dicha se pueden extender algo más en el tiempo hasta manifestarse (1-7 días, de manera aproximada, o mucho más si se habla de parásitos como tenias o ascaris).
Algunos de los síntomas más comunes durante este cuadro clínico son los siguientes:
- Vómitos.
- Diarrea.
- Cólicos abdominales.
- Fiebre.
- Escalofríos.
- Debilidad.
- Heces sanguinolentas.
- Dolor de cabeza.
- Distensión abdominal.
En casos contados, la infección puede afectar a otras partes del cuerpo. En estas ocasiones, se pueden experimentar síntomas como visión borrosa, dolor de cabeza intenso, debilidad, hormigueos, problemas respiratorios y más. De todas formas, esto no es habitual y los signos clínicos se suelen limitar sobre todo al área gastrointestinal.
Causas de la intoxicación alimentaria
La intoxicación alimentaria puede tener múltiples causas. En los siguientes listados, recogemos algunos de sus agentes desencadenantes más comunes y manifestaciones clínicas por grupos de patógenos.
- Salmonelosis: está provocada por bacterias del género Salmonella. Se transmite sobre todo con la ingesta de carnes contaminadas y puede llegar a complicarse mucho si los microorganismos causales se expanden al torrente sanguíneo.
- Campilobacteriosis: la causan bacterias del género Campylobacter. Suele transmitirse al ser humano mediante aves de corral infectadas (y sus productos alimenticios derivados).
- Shigelosis: provocada por bacterias del género Shigella. La vía principal de transmisión es fecal-oral, es decir, cuando una persona consume un alimento que ha estado en contacto con deposiciones de otro humano infectado.
- Intoxicaciones bacterianas causadas por otros patógenos: como E. coli, Listeria, C. botulinum, S. aureus y más.
Víricas:
- Norovirus: Norovirus es un género de virus ARN de la familia Caliciviridae muy contagiosos. Estos patógenos son responsables de hasta el 50 % de los brotes de gastroenteritis alimentaria en regiones de alto ingreso, como EE. UU.
- Rotavirus: género de virus ARN bicatenario de la familia Reoviridae. Es el agente causal más común de la diarrea grave en menores de 5 años.
- Otros agentes víricos: como Sapovirus y Astrovirus.
Parasitarias:
- Ascariasis: causada por Ascaris lumbricoides, un nemátodo parásito del intestino humano. La ascariasis es un cuadro clínico extremadamente común en las regiones de bajo ingreso y hasta mil millones de personas presentan la infección en todo el mundo. En muchos casos es asintomática.
- Giardiasis: cuadro provocado por Giardia lamblia, un protozoo flagelado perteneciente al orden Diplomonadida. La giardiasis es uno de los desencadenantes más frecuentes de enfermedades transmitidas por el agua en Estados Unidos.
- Teniasis: este término engloba los famosos cuadros provocados por tenias, específicamente Taenia saginata, Taenia solium y Diphyllobothrium latum. La infección se suele producir al consumir carne de res, cerdo y pescado, respectivamente.
- Otros parásitos que no son ni bacterias ni virus: como Enterobius, Trichinella, Cryptosporidium y más.
Además, es necesario destacar que la intoxicación alimentaria no siempre se produce por el crecimiento de microorganismos en el tubo digestivo. También puede ocurrir por el consumo directo de toxinas que han producido bacterias, por elementos tóxicos sintetizados por mohos y por otros contaminantes sintéticos.
Diagnóstico
El diagnóstico de la intoxicación alimentaria comienza con un examen físico y una anamnesis al paciente. Conocer desde cuándo se siente mal, qué ha comido en las últimas horas, los viajes realizados en tiempos recientes y si alguien de su entorno tiene síntomas (o no) es muy importante para confirmar o descartar el cuadro de forma rápida y sencilla. También suelen ser necesarios análisis de heces para buscar signos de infección (microorganismos vivos, partes del parásito o huevos, entre otros) y una analítica de sangre en los casos más serios con el fin de identificar posibles complicaciones.
En caso de que el cuadro no mejore con el tiempo o el profesional médico tenga sospechas, se puede recomendar una sigmoidoscopia. En ella, se introduce una sonda flexible por el recto del paciente para observar el interior del colon sigmoide y el recto. De todas formas, este proceso diagnóstico no es muy común cuando se habla de intoxicación alimentaria.
Tratamiento de la intoxicación alimentaria
El tratamiento de esta condición depende de la severidad del cuadro, el estado de salud previo del paciente, las posibles complicaciones experimentadas, el agente causal y mucho más. Entre los posibles abordajes clínicos que se pueden llevar a cabo, destacamos los siguientes:
- Reemplazo de fluidos: en caso de que la diarrea o los vómitos sean muy intensos y se experimenten síntomas de deshidratación, puede ser necesaria la administración de líquidos y electrolitos por vía sanguínea.
- Antiparasitarios: estos fármacos se usan para tratar las parasitosis, es decir, enfermedades causadas por nemátodos, amebas, protozoos y otros microorganismos.
- Antibióticos: ideales para el tratamiento de intoxicaciones de origen bacteriano. Se suelen administrar en personas con infecciones graves o con un mayor riesgo de sufrir complicaciones derivadas.
De todas formas, es necesario destacar que muchas intoxicaciones alimentarias se resuelven por sí solas con descanso, comidas ligeras y mucha hidratación. Aun así, sobre todo en caso de niños, se recomienda acudir al médico para una mejor monitorización del progreso.
Como habrás podido comprobar en estas líneas, la intoxicación alimentaria es un cuadro clínico con múltiples posibles causas, síntomas y tratamientos. Aunque en muchos casos se resuelva por sí sola, se recomienda buscar ayuda profesional en caso de que el cuadro no mejore durante las primeras horas y/o se experimenten otros signos asociados menos comunes, como problemas de concentración, deshidratación, debilidad extrema, sangre en las heces y más.
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