Los problemas digestivos son extremadamente comunes en la población general. Tal y como indican fuentes epidemiológicas, hasta el 11% de las personas tienen una enfermedad digestiva crónica, con una prevalencia que aumenta hasta el 35% en la población de 65 años en adelante. El estreñimiento, el síndrome del intestino irritable (SII), la gastritis y el reflujo gastroesofágico son algunos de los problemas de salud que más se asocian al entorno gastrointestinal.
El estudio de la microbiota intestinal cada vez arroja más información sobre el estado de salud general, y no solo a nivel digestivo. En los últimos años, se ha asociado a condiciones complejas como enfermedades cardiovasculares, espectro autista, cáncer y mucho más. En las siguientes líneas, exponemos la relación entre la microbiota y el síndrome del intestino irritable.
¿Qué es la microbiota?
La microbiota intestinal, también conocida como flora intestinal, hace referencia al conjunto de microorganismos (bacterias, hongos, levaduras, virus, protozoos y más) que viven en el tubo digestivo. Estas comunidades se encuentran en una relación de simbiosis/comensalismo con el ser humano. Nosotros les otorgamos un entorno estable en el que permanecer y reproducirse y, a cambio, la microbiota realiza una serie de funciones esenciales para nuestro bienestar.
Entre las funciones más importantes de la microbiota intestinal, destacan las siguientes:
- Protege el entorno intestinal frente a la entrada de microorganismos nocivos, además de degradar ciertas toxinas.
- Entrena al sistema inmunitario.
- Digiere ciertos alimentos, como la fibra alimentaria, lo que supone del 10 al 15% de las calorías diarias.
- Facilita la absorción de ciertos minerales.
- Sintetiza vitaminas y aminoácidos esenciales para el bienestar (como la vitamina K).
Más allá de sus labores, es esencial destacar que la disbiosis o desregulación de la microbiota intestinal se asocia a muchos problemas de salud. Este estado alterado puede causar síntomas como fatiga crónica, ansiedad, migrañas, estreñimiento, gases, problemas de concentración y más. Es muy importante mantener la microbiota balanceada para evitar estos signos clínicos y otros cuadros potencialmente graves derivados de la disbiosis.
Microbiota y síndrome del intestino irritable: ¿cómo se relacionan?
El síndrome del intestino irritable, abreviado como SII, hace referencia a un conjunto de síntomas de presentación conjunta que incluyen dolor repetido del abdomen y cambios en la evacuación de las heces (diarrea, estreñimiento o ambos). Cabe destacar que esta condición es muy diferente a la enfermedad intestinal inflamatoria (EII) y cursa sin señales evidentes de daño/enfermedad en el tracto digestivo. Los gases, la llenura y la distensión son síntomas que a menudo también se asocian a esta condición.
Según estudios epidemiológicos, el síndrome del intestino irritable afecta al 10-25 % de la población general. Su mecanismo de aparición no está del todo claro, aunque se ha asociado a infecciones bacterianas previas, estados emocionales alterados e, incluso, a la composición y desbalance de la microbiota intestinal.
Cada vez hay más evidencias científicas que señalan la relación entre las comunidades microbianas y la patogenia del síndrome del intestino irritable. En las siguientes líneas, recogemos algunos de los frentes en los que más se vinculan.
Síndrome del intestino irritable postinfeccioso
Muchos de los pacientes con síntomas compatibles con SII han experimentado un episodio infeccioso por algunas de las bacterias intestinales nocivas más comunes, como Salmonella, Campylobacter o Shigella. Hasta el 30% de las colitis infecciosas pueden desembocar en un cuadro de intestino irritable. Algunos factores de riesgo como la juventud, el género femenino y la duración de los síntomas pueden aumentar las probabilidades de que este cuadro se instaure con el tiempo.
Alteraciones en la cantidad de la microbiota intestinal
El sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado o SIBO (por sus siglas en inglés) se produce cuando hay un aumento anormal de la población bacteriana en el intestino delgado, sobre todo de las bacterias que no se encuentran de forma usual en ese entorno. Esta condición se ha asociado de manera variable al síndrome de intestino irritable, pues se presenta hasta en el 84% de los pacientes con SII. Además, varios de los síntomas son compartidos entre ambos cuadros clínicos, como la hinchazón abdominal, las flatulencias y el dolor de abdomen.
En la mayoría de los casos, el SIBO se trata con antibióticos de amplio espectro durante unas 2 semanas. De todas formas, tras la remisión muchos cuadros tienden a reaparecer, por lo que se pueden recomendar otros abordajes desde un enfoque preventivo (promotores de motilidad intestinal, dieta baja en FODMAP y más).
Alteraciones en la composición de la microbiota intestinal
A la hora de desarrollar desequilibrios en la microbiota no solo hay que tener en cuenta la cantidad de microorganismos, sino también la composición de sus comunidades. Por ejemplo, fuentes ya citadas han descubierto que las personas con un SII de tipo diarreico tienen una menor representación de lactobacilos en comparación aquellas con SII y estreñimiento. También se han encontrado diferencias en los géneros bacterianos Coprococcus, Collinsella y Coprobacillus entre los pacientes con síndrome de intestino irritable y la población control.
La relación entre la microbiota y el síndrome del intestino irritable es cada vez más clara, pero sus mecanismos exactos todavía están por descubrir. De todas formas, toda persona con esta condición se beneficiaría de realizarse un estudio de microbiota intestinal, pues todo cambio positivo en la dieta y en la rutina fundamentado en evidencias científicas puede ayudar a reducir la sintomatología general del malestar intestinal.
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Redactor de contenidos y divulgador científico en grupo VIVO.
Redactor científico con más de 3 años de experiencia en divulgación en diversos portales web. Graduado en biología, con máster en zoología y especializado en biología sanitaria.
