SIBO y disbiosis intestinal: 5 diferencias

Aunque no lo parezca a simple vista, el cuerpo humano es tanto un sistema abierto como un ecosistema excelente para el crecimiento y desarrollo de múltiples seres vivos. No hablamos de agentes infecciosos como parásitos o virus que crecen con un daño asociado, sino de comunidades complejas de microorganismos que conviven con nuestras células y ADN, cooperando incluso con la biología humana para generar una simbiosis y una situación de win-win.

Al conjunto de microorganismos que habitan en las distintas superficies de nuestro cuerpo (ojos, boca, piel, intestino y más) se les conoce como microbiota. Algunos de estos seres actúan como simbiontes (nos protegen contra patógenos, ayudan a metabolizar nutrientes, entrenan nuestro sistema inmunitario y más), otros son comensales y simplemente habitan en el cuerpo humano, y otros tienen la capacidad de tornarse dañinos si algo va mal en el cuerpo. Además, ciertas comunidades de microbiota son autóctonas en el cuerpo humano (residen de forma permanente o muy prolongada), mientras que otras están de paso (microbiota alóctona). Las bacterias autóctonas que más ancestralmente han convivido con nosotros y con las cuales presentamos más simbiosis son las presentes en el intestino grueso.

Se estima que el número de células bacterianas en el cuerpo humano es de unos 38 billones, mientras que el de células humanas es de unos 30 billones. Además, se estima que el número de genes bacterianos es de 2 millones, cien veces más que los aproximadamente 20 000 genes humanos. Aunque estos microorganismos sean invisibles a nuestros ojos, su presencia es esencial en procesos digestivos, inmunitarios, neurológicos y para la prevención de enfermedades.

Por desgracia, en algunos casos la microbiota o presencia de microorganismos en el cuerpo puede descontrolarse o disminuir demasiado, lo que da lugar a ciertos signos, síntomas, y mayor proclividad a la patología. En las siguientes líneas, te contamos las principales diferencias entre la disbiosis intestinal y el sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (SIBO), cuadros estrechamente relacionados con el desequilibrio intestinal, pero distintos en su etiología. ¡No te lo pierdas!

1. El SIBO ocurre en el intestino delgado, la disbiosis intestinal es más típica del grueso

Comencemos sentando bases. El término disbiosis hace referencia al desequilibrio en composición y/o función de la microbiota en una parte del cuerpo dada. Cuando hablamos de disbiosis intestinal, generalmente nos referimos a la alteración en los microorganismos del intestino grueso, pues es la parte del aparato digestivo más habitada y con una función más clara. Tal y como indican fuentes científicas, el intestino grueso cuenta con una comunidad de 100 billones (10¹⁴) de bacterias, lo que representa más del 90 % del total de microorganismos del tracto digestivo. En comparación, el resto del sistema digestivo, incluyendo la boca, el estómago, el intestino delgado y el esófago, contiene una cantidad mucho menor, estimada en miles de millones (10⁹ a 10¹¹), debido en parte al ambiente más hostil (como la acidez del estómago) y al tránsito más rápido.

Por otro lado, el sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (SIBO) es, como su propio nombre indica, un crecimiento excesivo de bacterias en el aparato digestivo, pero solo en el intestino delgado. Aunque el término disbiosis intestinal abarque de forma teórica todo el tracto digestivo, el SIBO se asocia únicamente al intestino delgado, y la disbiosis per se al intestino grueso. Aun así, cabe destacar que, en el sentido más amplio de la palabra, el SIBO puede considerarse un subtipo de disbiosis intestinal.

2. Cantidad VS diversidad

La disbiosis intestinal hace referencia al desequilibrio de la microbiota intestinal. El desequilibrio puede ser un aumento de ciertas comunidades microbianas potencialmente nocivas, una disminución de bacterias “positivas” (protectoras), ambos eventos a la vez, o una alteración en la diversidad y actividad metabólica de la microbiota, sin que se produzcan fluctuaciones absolutas en las comunidades en sí mismas. Este término es genérico y muchos eventos fisiológicos pueden provocarlo.

El sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (SIBO) se refiere únicamente al crecimiento excesivo de bacterias en el intestino delgado. Este término engloba una condición en la que hay un número anormalmente alto de bacterias en el intestino delgado, donde normalmente debería haber pocas o ninguna, pero no a una potencial disminución o alteración metabólica, como sí puede ocurrir en la disbiosis intestinal. Tal y como indican fuentes científicas, en la actualidad el SIBO se define cuando existe una concentración de ≥ 10^3 unidades formadoras de colonias por mililitro (UFC/mL) de bacterias colónicas en el cultivo del aspirado duodenal/yeyunal.

3. Síntomas diferentes

Aunque ambos cuadros se localicen en el aparato digestivo, la sintomatología es distinta en el SIBO y en la disbiosis intestinal del intestino grueso. Esto marca una de las diferencias más importantes entre el SIBO y la disbiosis intestinal.

Algunos de los síntomas de la disbiosis intestinal del intestino grueso son:

  • Distensión abdominal, difuso y/o en el abdomen bajo.
  • Hinchazón abdominal.
  • Flatulencias excesivas (meteorismo).
  • Alteraciones del tránsito intestinal (diarrea/estreñimiento).
  • Eccema, rosácea y otros problemas cutáneos.
  • Malnutrición.
  • Síntomas neurológicos, como fatiga o ansiedad.

Algunos de los síntomas del SIBO son los siguientes:

  • Pérdida de apetito.
  • Dolor abdominal, localizado en la región media o superior.
  • Sensación de comida no digerida/digestiones más pesadas.
  • Náuseas.
  • Diarrea.
  • Pérdida de peso involuntaria.
  • Malnutrición.

Algunos de los síntomas de la disbiosis intestinal son compartidos con los del SIBO, pero matizables. El SIBO suele general malestar de forma más inmediata después de comer, mientras que la disbiosis puede ser algo más prolongada/difusa en el tiempo. Además, la distensión y el dolor del SIBO se presentan en secciones abdominales más superiores, mientras que la disbiosis se sitúa sobre todo en el abdomen bajo. De todas formas, ambas condiciones pueden provocar malabsorción de nutrientes, deficiencias y síntomas sistémicos si no se detectan a tiempo.

4. Diferencias en el diagnóstico

Otra de las principales diferencias entre el SIBO y la disbiosis intestinal radica en su método diagnóstico. La detección del SIBO (sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado) se realiza principalmente mediante la prueba de aliento, utilizando lactulosa o glucosa como sustrato. Este test mide los niveles de hidrógeno y metano exhalados, producidos por las bacterias al fermentar estos azúcares en el intestino delgado, donde normalmente no deberían encontrarse en grandes cantidades. Es una prueba no invasiva, accesible y útil para identificar tanto SIBO por hidrógeno como por metano, aunque su interpretación requiere experiencia clínica, ya que puede haber falsos positivos o negativos.

En cambio, el diagnóstico de disbiosis intestinal, que afecta principalmente al colon, se basa en estudios más completos de la composición bacteriana de las heces. Aunque los coprocultivos tradicionales pueden detectar algunas bacterias patógenas, la forma más precisa y moderna de evaluar la disbiosis es mediante técnicas de secuenciación genética de nueva generación (NGS). Este análisis permite identificar y cuantificar con alta precisión la diversidad y proporción de microorganismos presentes en el microbioma intestinal, incluyendo bacterias beneficiosas, oportunistas y hongos, ofreciendo una visión más profunda del equilibrio microbiano.

5. Abordaje clínico diverso

El tratamiento del SIBO se basa principalmente en la reducción del sobrecrecimiento bacteriano en el intestino delgado, y para ello se utilizan antibióticos específicos, como la rifaximina (especialmente en SIBO por hidrógeno) o combinaciones como rifaximina con neomicina (en casos de SIBO por metano). A menudo, se complementa con procinéticos para mejorar la motilidad intestinal y evitar recaídas, así como con dietas específicas temporales, como la baja en FODMAP o la dieta bifásica. El objetivo es disminuir la fermentación bacteriana y restaurar la función normal del intestino delgado, aunque es común que el tratamiento se realice por etapas y bajo seguimiento médico.

En el caso de la disbiosis intestinal, el enfoque terapéutico es más orientado a restaurar el equilibrio microbiano y fortalecer la barrera intestinal. Aquí no se trata tanto de eliminar bacterias, sino de recolonizar el intestino con microorganismos beneficiosos. Esto se logra a través del uso de probióticos de alta calidad, prebióticos (fibras fermentables que alimentan las bacterias buenas) y una alimentación rica en nutrientes que promuevan la diversidad bacteriana. En algunos casos también se pueden usar antimicrobianos naturales (como extracto de ajo o berberina), pero siempre como parte de un enfoque integral y más prolongado en el tiempo que el tratamiento del SIBO.

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