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Transaminasas altas: 10 posibles causas

Las transaminasas, también conocidas como aminotransferasas, son enzimas que catalizan una reacción de transaminación entre un aminoácido y un α-cetoácido. El hígado utiliza las transaminasas para sintetizar y descomponer aminoácidos, con la función principal de convertir moléculas para el almacenamiento de energía. Las concentraciones de estas enzimas en sangre son generalmente bajas, pero ante ciertas patologías pueden aumentar y servir como marcador para el diagnóstico temprano.

Las 2 transaminasas más importantes en el ámbito médico son las siguientes:

  • Alanina aminotransferasa (ALT): esta enzima se encuentra sobre todo en las células hepáticas. Su rango normal en sangre es de 4 a 36 U/L, si bien puede variar según el laboratorio de análisis y otros muchos factores.
  • Aspartato aminotransferasa (AST): se encuentra en varios tejidos del organismo, como hígado, musculatura y corazón. Se consideran valores normales entre 14 y 20 U/L en hombres y 10 a 36 U/L en mujeres.

A la hora de realizar una analítica sanguínea de salud hepática, también se tienen en cuenta otros parámetros, como albúmina, bilirrubina y gamma glutamil transferasa (GGT), entre otras. En las siguientes líneas, recogemos 10 causas por las cuales pueden verse alteradas las concentraciones de transaminasas en sangre y otras sustancias asociadas. Interpretar estos resultados con ayuda de un profesional médico es esencial para detectar la patología con presteza y abordarla cuanto antes.

1. Consumo de ciertos medicamentos

El hígado juega un rol esencial en la descomposición de sustancias, incluyendo ciertos medicamentos, tanto de libre venta como bajo prescripción médica. En algunos casos, el proceso de metabolización y excreción de fármacos puede ser más tardío de lo habitual, fomentando que se produzca daño hepático. Sobre todo si se consumen en dosis mucho más altas de lo normal o se toman sin atención médica, existe cierto riesgo de que tengan lugar lesiones hepáticas de gravedad variable.

Entre los fármacos que pueden asociarse a procesos de hepatitis, destacamos:

  • Antiinflamatorios no esteroides (AINEs), como ibuprofeno, diclofenaco y naproxeno. La incidencia de la toxicidad hepática por AINE es baja, pero hay que tenerla en cuenta en algunos pacientes, sobre todo en aquellos con enfermedad previa.
  • Estatinas, utilizadas para tratar la concentración elevada de colesterol. Pueden aumentar los niveles de enzimas hepáticas en sangre y causar daño en el hígado, aunque este suele ser menor y de naturaleza asintomática.
  • Esteroides anabólicos, versiones sintéticas (artificiales) de testosterona, la principal hormona sexual masculina.
  • Píldoras anticonceptivas para prevenir y evitar el embarazo.
  • Sulfamidas, antibióticos sintéticos de amplio espectro para combatir enfermedades bacterianas.

Existen otros muchos fármacos con potencial hepatotoxicidad, y estos son solo algunos de los ejemplos. De todas formas, este pequeño riesgo no implica que los medicamentos citados no deban consumirse en caso de ser prescritos por un médico. No todas las personas responden igual a un proceso farmacológico y, en la inmensa mayoría de los casos, si un médico receta un medicamento es porque los beneficios de su consumo superan con amplitud los potenciales efectos secundarios.

2. Enfermedad hepática del hígado graso no alcohólico (NAFLD)

Según fuentes epidemiológicas, la enfermedad hepática del hígado graso no alcohólico es la causa más común de las transaminasas ligeramente altas (menos de 5 veces por encima de lo normal) en el análisis de sangre. Tal y como indica su nombre, esta patología se caracteriza por la acumulación de grasa en el hígado que no se debe al consumo excesivo de alcohol.

En general, esta condición se asocia al sobrepeso y la obesidad, aunque también presenta otros factores de riesgo, como: prediabetes, diabetes tipo II, colesterol alto, triglicéridos altos y presión arterial alta. Se estima que esta condición está presente en el 25 % de la población mundial, cifra que no deja dudas sobre lo habitual que es padecerla.

3. Enfermedad de hígado graso por alcohol

Una condición muy similar a la anteriormente citada, aunque en este caso el depósito de grasa en el hígado sí se debe al consumo excesivo de alcohol. Este órgano se encarga de degradar las sustancias alcohólicas ingeridas para que sean eliminadas en heces y orina, pero el proceso de descomposición genera compuestos secundarios capaces de dañar el tejido hepático.

La enfermedad de hígado graso por alcohol es la fase más temprana y leve de las distintas hepatopatías alcohólicas, las cuales también serán citadas en las siguientes líneas de este artículo. En general, se considera que un consumo superior a 80 gramos de alcohol al día en varones y a 50 gramos en mujeres es suficiente para desencadenar este estado de daño hepático.

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4. Hepatitis alcohólica

La hepatitis alcohólica es una fase más avanzada de daño hepático por el consumo de alcohol, y se caracteriza por la inflamación del hígado. En este cuadro, ya es común observar síntomas estrechamente asociados al mal funcionamiento del hígado, como la ictericia (piel amarilla), la pérdida de apetito, las náuseas, los vómitos, la fatiga y la sensibilidad abdominal. Las transaminasas altas en sangre, hasta 10 veces por encima del límite de normalidad, son una señal clara de este cuadro clínico.

5. Cirrosis hepática

La cirrosis es la formación grave de cicatrices en el hígado. Es la consecuencia final de diversas enfermedades, como el alcoholismo, si bien el consumo excesivo de alcohol no es su única causa posible. El depósito de fibras de colágeno en el hígado como respuesta a las lesiones continuadas en el tiempo hace que este órgano pierda de forma parcial o total su funcionalidad, con todo lo que ello conlleva.

La cirrosis hepática puede presentar valores de ALT y AST en el rango de más de 1000 U/L, cifras desorbitadas en comparación con los valores de referencia. De todas formas, no todos los pacientes cirróticos presentan transaminasas tan elevadas, por lo que se suelen requerir otras pruebas diagnósticas para la detección del cuadro.

6. Hepatitis virales (hepatitis A, hepatitis B y hepatitis C)

Las hepatitis virales son un grupo de infecciones que afectan al hígado. Existen hasta 6 tipos de cuadros incluidos en este grupo, de la A a la G, si bien las hepatitis más comunes son las A, la B y la C. La hepatitis A es una infección aguda que no requiere tratamiento en la mayoría de los casos, pero la B y la C sí pueden tornarse más severas en su variante aguda o crónica y generar daños permanentes en el hígado en algunos escenarios. Los niños, los ancianos y las personas inmunocomprometidas son más proclives a presentar una hepatitis viral crónica.

Las hepatitis virales agudas sintomáticas (con ictericia) pueden mostrar niveles de transaminasas hasta 25 veces por encima de lo normal. En las infecciones crónicas, los valores son muy variables, pero casi nunca superan los valores 10 veces por encima de la normalidad. Por ello, y al igual que en otros casos, las transaminasas no deben considerarse el único vehículo para el diagnóstico.

7. Cáncer de hígado

Aunque es necesario citar el cáncer como una de las causas de transaminasas altas en sangre, hay que dejar claro que no es el motivo más común. Por ello, no hay que alarmarse de más a menos que un profesional médico lo indique u otras pruebas de diagnóstico por imagen/laboratorio señalen la presencia de una neoplasia maligna.

El cáncer de hígado ocurre cuando las células hepáticas comienzan a crecer y dividirse de forma descontrolada, generando así el tumor primario. Diversos elementos listados en este artículo se consideran factores de riesgo para el cáncer de hígado, como el alcoholismo o las hepatitis virales. De todas formas, también hay que tener en cuenta que la predisposición genética, la aleatoriedad en la aparición de mutaciones y otros muchos factores juegan su papel en la aparición de los cánceres.

8. Enfermedad celiaca

La enfermedad celiaca (EC) es un trastorno autoinmunitario de tipo crónico que produce daño en el intestino tras la exposición al gluten y prolaminas relacionadas. Se estima que 1 de cada 1000 personas son celiacas, aunque muchas de ellas no conocen su estado por lo general de su sintomatología y la dificultad diagnóstica.

La asociación entre el daño hepático y la enfermedad celiaca está registrada en múltiples estudios e investigaciones. Por esta asociación, no es de extrañar que la enfermedad celiaca (EC) sea una causa importante de elevación de transaminasas. Entre un 5 y un 10 % de los pacientes con elevación crónica y criptogénica de las transaminasas presentan EC.

9. Insuficiencia cardiaca

La insuficiencia cardiaca tiene lugar cuando la musculatura del corazón no bombea la sangre con la eficacia que debería. En concreto, la insuficiencia cardíaca derecha moderada o grave se ha asociado a la aparición de un cuadro conocido como hepatopatía congestiva, la cual cursa con una acumulación anormal de sangre en el hígado. Esto produce atrofia de las células hepáticas, fibrosis y, en los casos más graves, una cirrosis. La mayoría de los pacientes con este cuadro son asintomáticos.

10. Otras causas de las transaminasas altas

Hemos citado con detalle las causas más comunes (o de mayor interés clínico) de las transaminasas altas, pero existen muchas más. En el siguiente listado, citamos algunas de ellas de forma somera:

  • Hepatitis autoinmune.
  • Infección por citomegalovirus.
  • Hemocromatosis.
  • Mononucleosis.
  • Polimiositis.
  • Sepsis.
Existen diversos tipos de colitis.

Las causas de las transaminasas altas en sangre son muy variadas, y no todas se consideran graves. De todas formas, ante su alteración, siempre hay que acudir al médico con presteza para establecer el diagnóstico certero y descartar cuadros que puedan complicarse. Si estás leyendo estas líneas porque tus valores en una analítica sanguínea están alterados, no dudes en acudir a tu profesional en salud de confianza.

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