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Botulismo: causas, síntomas y tratamiento

Algunas infecciones bacterianas son mucho más conocidas por nombre que por su prevalencia en la población general. Organismos patógenos como Giardia, Norovirus o Ascaris dominan los cuadros infecciosos por contaminación alimentaria en muchas regiones de bajo ingreso, pero no suelen sonar en la mente colectiva como entidades clínicas relevantes. Por otro lado, el botulismo está más que identificado, pero en realidad sorprende por sus cifras de contagio extremadamente bajas.

De todas formas, que un agente patógeno esté poco presente en la sociedad actual no significa que no merezca la pena conocerlo, sobre todo si se tienen en cuenta sus devastadores efectos cuando sí entra en contacto con el ser humano. En las siguientes líneas, diseccionamos las causas, los síntomas y el tratamiento del botulismo, una entidad clínica tan conocida como frenada hoy en día debido a las medidas de higienización y conserva de alimentos.

¿Qué es el botulismo?

Clostridium botulinum es una bacteria Gram-positiva, anaerobia, formadora de esporas y con forma de bacilo que se encuentra en suelos y sedimentos marinos de todo el mundo. Este microorganismo es capaz de crear la toxina botulínica, una proteína neurotóxica que impide la liberación del neurotransmisor acetilcolina de las terminaciones nerviosas en la unión neuromuscular. En el ser humano, esto provoca un cuadro conocido como parálisis flácida. Esta toxina se divide en varios subtipos, los cuales van de la A a la G, y se diferencian por el serotipo, la infectividad, los usos médicos, su prevalencia y más.

El botulismo es una enfermedad rara y potencialmente fatal que ocurre cuando el cuerpo entra en contacto con la toxina botulínica producida por C. botulinum. Cabe destacar que esta toxina es una de las más letales para el ser humano y una dosis de 1,3–2,1 ng/kg por vía intravenosa o intramuscular (cifra bajísima) es suficiente para acabar con la vida.

En general, el botulismo se diferencia en 4 tipos:

  1. Alimentario: esta bacteria crece en ambientes pobres en oxígeno. En este caso, el cuadro se produce al ingerir alimentos mal enlatados.
  2. Por herida: la bacteria causal de la toxina ingresa a través de un corte o lesión.
  3. Infantil: ocurre cuando un bebé ingiere esporas de C. botulinum. Estas se desarrollan y comienzan a generar la toxina en el colon del infante, con una serie de signos y síntomas muy severos.
  4. Iatrogénico: es muy raro y puede ocurrir cuando se inyecta la toxina con fines estéticos o médicos (bótox).

Hoy en día, el botulismo se considera una enfermedad rara, pues se registran una media de 1000 casos al año en todo el mundo. Además, su letalidad ha disminuido de forma sustancial en las últimas décadas. Tal y como indican fuentes epidemiológicas, antes de 1950 la tasa de mortalidad por botulismo alimentario era de un 60-70 %. Para el año 2009 esta cifra se había reducido a un 3 %. No solo es un cuadro cada vez menos común, sino que también se puede tratar.

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Síntomas de la exposición a la toxina botulínica

En el caso de ser de origen alimentario, los síntomas del botulismo suelen aparecer entre 8 y 36 horas después de la exposición a la toxina mediante la ingesta. Como hemos dicho en líneas previas, esta toxina inhibe la liberación de neurotransmisores muy importantes, lo que impide la contracción muscular y genera una parálisis flácida. En personas adultas, los signos clínicos más comunes y evidentes son los siguientes:

  • Sequedad en la boca.
  • Dificultad para tragar.
  • Dificultad para hablar.
  • Problemas para respirar, que pueden desembocar en una insuficiencia respiratoria.
  • Visión doble.
  • Náuseas y vómitos.
  • Parálisis.
  • Caída de los párpados.
  • Babeo.
  • Debilidad en ambos lados del cuerpo.

Si la bacteria entra en contacto con el ser humano por herida, hay diferencias. En este caso, los síntomas aparecen en una media de 10 días después de que la toxina ingrese al cuerpo por la lesión, aunque son muy similares a los ya citados. Por otro lado, el botulismo infantil puede presentar algunos signos distintos en comparación con la población adulta, como llanto débil, irritabilidad y dificultad para succionar en la lactancia (además de los ya nombrados).

Causas del botulismo

Como ya se ha nombrado, la toxina botulínica suele entrar en contacto con el ser humano adulto a través de alimentos mal conservados. Aunque sea el método de transmisión más común en personas adultas, solo corresponde a un 15 % de los casos totales. Algunas de las fuentes alimenticias de mayor riesgo son las siguientes:

  • Comidas caseras mal enlatadas, sobre todo verduras, frutas y pescados.
  • Carnes curadas.
  • Pescados crudos o ahumados.
  • Patatas al horno envueltas en papel de aluminio.
  • Miel.
  • Jarabe de maíz.

En lo que al botulismo por herida se refiere, se estima que este corresponde al 20 % de los cuadros totales. En estos casos, las esporas de C. botulinum ingresan en el organismo a través de una lesión, traumatismo o cirugía mal realizada. Además, parece ser que esta variante está al alza en los últimos años por el uso de drogas intravenosas, tales como la heroína. Las esporas son capaces de transmitirse a través de las agujas, sobre todo en ambientes poco higienizados.

La mayoría de los casos totales (65 %) corresponden al botulismo infantil. En estos escenarios, el contacto con la toxina se puede producir por la interacción con suelos contaminados (llevarse tierra a la boca) o por el consumo de alimentos infectados, tal y como ocurre en la población adulta.

Diagnóstico de esta enfermedad

El botulismo requiere atención médica inmediata. Ante cualquier sospecha o posible contacto de riesgo, es vital acudir a urgencias cuanto antes. Los casos que no se tratan son habitualmente fatales, pues la parálisis dificulta el movimiento de los músculos respiratorios y, por tanto, se corre un importante riesgo de asfixia y muerte.

Para la detección adecuada del botulismo, el profesional médico debe realizar un examen físico del paciente. La debilidad muscular, la parálisis facial, la voz débil y los problemas para tragar, entre otros muchos síntomas, indican que algo no va bien. Además, como las pruebas de laboratorio para el diagnóstico eficaz pueden tardar días en obtener resultados, se comienza el tratamiento cuanto antes solo basándose en el historial clínico.

La confirmación de laboratorio del botulismo se puede obtener con análisis de suero y heces para la detección de la toxina botulínica, la microscopía de heces para esporas en caso de intoxicación alimentaria y la toma de muestra en la lesión si la bacteria ha entrado a través de una herida. La electromiografía evalúa la respuesta muscular y las pruebas de diagnóstico por imagen pueden ayudar a descartar otras condiciones con signos similares (como daños cerebrales).

Tratamiento del botulismo

El tratamiento del botulismo consiste en la administración de la antitoxina botulínica. Este compuesto actúa bloqueando la toxina botulínica circulante mediante la acción de anticuerpos (inmunización pasiva), enlenteciendo la progresión de la enfermedad, pero no revierte los síntomas. Por esta razón, hay que comenzar con su administración lo antes posible de forma independiente a los resultados de laboratorio.

Más allá de la administración de la antitoxina, los pacientes más graves pueden requerir abordajes de soporte específico, como el uso de un soporte ventilatorio para ayudar en la respiración. Cabe destacar que también existe una vacuna para la prevención del botulismo, pero aún se requiere más investigación y pruebas para administrarla de forma eficaz.

Bótox y botulismo: ¿están relacionados?

El bótox es una sustancia que está hecha con la misma toxina que la producida por Clostridium botulinum. De todas formas, las cantidades empleadas son muy pequeñas y las formas purificadas que utilizan los proveedores de atención médica cumplen con estándares de control médico, es decir, no tienen por qué suponer ningún riesgo para la salud en situaciones de normalidad.

Las inyecciones de bótox debilitan y paralizan ciertos músculos, además de bloquear algunas terminaciones nerviosas. Algunos de sus usos clínicos más relevantes son los siguientes:

  • Eliminar de forma temporal las arrugas faciales (estética).
  • Tratar los espasmos de cuello y otros espasmos musculares.
  • Abordar el ojo perezoso provocado por un desequilibrio muscular.
  • Tratar el blefaroespasmo, o parpadeo incontrolable.
  • Abordar algunos tipos de migraña crónica.
  • Disminuir o eliminar la sudoración excesiva (hiperhidrosis) en algunos puntos del cuerpo.
  • Reducir la incontinencia urinaria por una vejiga hiperactiva.

Por lo general, el uso de bótox es seguro siempre y cuando su administración sea realizada por un profesional médico capacitado. De todas formas, este procedimiento no siempre otorga los resultados deseados y el paciente puede percibir ciertos efectos secundarios, como dolor e hinchazón. También existe el raro riesgo de que se produzca un botulismo iatrogénico.

Test de aliento para el sobrecrecimiento bacteriano del intestino delgado (SIBO).

El botulismo es un cuadro clínico cada vez más raro, pero bien conocido por la población general. A medida que aumentan las leyes de higienización y los protocolos alimentarios, esta enfermedad va cayendo cada vez más en el olvido. De todas formas, merece la pena conocerlo, sobre todo en su variante infantil. Ante cualquiera de los signos y síntomas citados, se requiere atención médica inmediata.

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