Fibrosis hepática: causas, síntomas y tratamiento

El hígado es un órgano vital para la supervivencia del ser humano. Situado en la parte superior derecha del abdomen, este órgano realiza múltiples funciones: producción de bilis, síntesis de proteínas, almacenamiento de nutrientes, eliminación de sustancias tóxicas, regulación del metabolismo glucídico, síntesis de colesterol, participación en la coagulación sanguínea, y mucho más. En cualquier momento dado, el hígado contiene el 13 % del suministro total de sangre del cuerpo, lo que representa su importancia en la depuración y el movimiento de nutrientes.

Debido a su estrecho contacto con sustancias externas al cuerpo (alcohol, medicamentos, sustancias químicas y más), es relativamente habitual que el hígado sufra daños a lo largo del tiempo ante la ausencia de cuidados o un estilo de vida inadecuado. Sin ir más lejos, se estima que el 32 % de los adultos presentan algún tipo de enfermedad de hígado crónica, siendo el hígado graso el cuadro más común de todos. En este artículo, te contamos qué es la fibrosis hepática, cómo se relaciona con el conjunto de enfermedades que pueden tener lugar en el hígado, y cómo detectarla antes de que evolucione a trastornos más severos. ¡No dejes de leer!

¿Qué es la fibrosis hepática?

En condiciones de normalidad, el hígado posee una gran capacidad regenerativa, contrario a lo que se suele pensar. Ante un daño agudo o leve, como una exposición transitoria a toxinas o una inflamación moderada, los hepatocitos (células básicas del hígado) que se han visto dañados mueren por apoptosis o necrosis y son eliminados por células inmunes, como los macrófagos. Estos, a su vez, secretan factores que estimulan la proliferación de los hepatocitos restantes, así como de células progenitoras hepáticas si el daño es mayor. Durante este proceso, también se activan mecanismos antiinflamatorios que ayudan a la reparación de tejidos.

Por desgracia, cuando el hígado se ve dañado o inflamado de forma sostenida, el equilibrio de la reparación se pierde. El estímulo persistente mantiene la activación de células inmunes y la liberación de mediadores inflamatorios, lo cual se traduce en la última liberación de colágeno, fibronectina y otras proteínas estructurales que en conjunto forman tejido cicatricial.

La fibrosis es un proceso en el que se acumula tejido cicatricial (colágeno y otras proteínas) en un órgano como respuesta a una lesión o inflamación crónica. En el caso del hígado, la fibrosis hepática ocurre cuando las células hepáticas se dañan repetidamente (por enfermedades como el hígado graso, hepatitis o consumo excesivo de alcohol), lo que lleva al reemplazo del tejido sano por tejido fibroso. Este tejido cicatricial interfiere con la función normal del órgano y puede llegar a desencadenar en cuadros clínicos graves si no se aborda tiempo.

Según fuentes científicas, hasta el 7 % de la población mundial padece fibrosis hepática, si bien la mayoría de los pacientes desconocen su estado. Las personas con infecciones hepáticas, adicción al alcohol, sobrepeso y otras condiciones son más proclives de desarrollar una fibrosis en comparación con otros segmentos poblacionales.

Síntomas asociados

Es complicado realizar el diagnóstico en un estadio de fibrosis hepática leve-moderado, pues se trata de una condición claramente asintomática en sus primeras fases. A medida que la enfermedad hepática progresa, es posible experimentar alguno de los signos clínicos aquí citados:

  • Pérdida de apetito.
  • Dificultad para pensar con claridad.
  • Acumulación de fluidos en las extremidades o el abdomen.
  • Ictericia (color amarillo de piel y mucosas por acumulación de bilirrubina en el organismo).
  • Náuseas.
  • Debilidad.
  • Pérdida de peso inexplicable.

Ante la presencia de cualquiera de estos síntomas, te recomendamos encarecidamente acudir al médico. Es probable que estos signos no se deban a un daño hepático prolongado (exceptuando ictericia y acumulación de líquidos, que se consideran graves), pero se requiere atención profesional para esclarecer su causa cuanto antes.

Principal complicación: cirrosis hepática

En sus estadios iniciales, la fibrosis hepática puede ser reversible o parcialmente reversible. Si el daño hepático persiste, la fibrosis puede evolucionar a cirrosis hepática, un cuadro en el que tejido fibroso forma nódulos regenerativos que distorsionan completamente la anatomía hepática. Esto provoca hipertensión portal, y el hígado pierde gran parte de su capacidad de síntesis de sustancias, detoxificación y almacenaje.

Cuando el paciente desarrolla una cirrosis hepática, es posible experimentar diversos eventos graves, como una forma de intoxicación cerebral conocida como encefalopatía hepática, hemorragias digestivas internas y, además, un riesgo aumentado de desarrollar hepatocarcinoma celular o cáncer de hígado. Una vez diagnosticada la cirrosis, el riesgo de desarrollar cáncer de hígado es de hasta el 20 %, una cifra nada desdeñable. Por todos estos motivos, detectar la fibrosis a tiempo es esencial.

Causas de la fibrosis hepática

Como hemos mencionado en líneas previas, la fibrosis hepática se produce cuando tiene lugar un daño y/o inflamación prolongados en el hígado. Esto puede deberse a múltiples causas, entre las que se encuentran las siguientes:

  • Enfermedad hepática de hígado graso no alcohólico: la causa más común de fibrosis hepática. Este cuadro clínico responde a la acumulación de grasa en el hígado que no se debe al consumo excesivo de alcohol. Puede ser simple (hígado graso) o más grave (esteatohepatitis no alcohólica). La obesidad, la resistencia a la insulina, la diabetes y otros cuadros clínicos son los principales predisponentes para la acumulación de grasa en el hígado.
  • Enfermedad hepática de hígado graso alcohólico: en este caso, se acumula grasa en el hígado por el consumo excesivo de alcohol. Hasta el 90 % de los alcohólicos desarrollan esta enfermedad.
  • Hepatitis viral: las hepatitis virales son provocadas principalmente por los virus de la hepatitis A, hepatitis B y hepatitis C. Las hepatitis B y C pueden ser agudas y resolverse por sí solas o cronificarse a lo largo del tiempo, provocando daños a largo plazo en este último escenario. Las hepatitis virales crónicas pueden provocar fibrosis.
  • Hepatitis autoinmune: la hepatitis autoinmunitaria se presenta cuando el sistema inmunitario del cuerpo ataca a las células hepáticas.
  • Obstrucción biliar: la obstrucción biliar ocurre cuando un cálculo, tumor, herida o inflamación bloquea los conductos que transportan la bilis del hígado al intestino delgado. Esto puede provocar la acumulación de bilis en el hígado, y su consecuente fibrosis.
  • Exceso de hierro circulante: el exceso de hierro en el hígado puede desencadenar un proceso conocido como reacción de Fenton, produciendo radicales libres que dañan las células y contribuyen a la fibrosis.

Diagnóstico de fibrosis hepática

El diagnóstico de fibrosis hepática se basa en una combinación de datos clínicos, pruebas de laboratorio, estudios por imágenes y, en algunos casos, biopsia. En etapas tempranas la fibrosis puede ser asintomática, por lo que se suele sospechar en pacientes con factores de riesgo como hígado graso, hepatitis crónica o consumo prolongado de alcohol. Los análisis de sangre pueden mostrar alteraciones en las enzimas hepáticas (ALT, AST, GGT), aunque estos valores no siempre reflejan con precisión el grado de fibrosis. Por ello, se han desarrollado índices no invasivos como el FIB-4, APRI o el NAFLD fibrosis score, que combinan parámetros clínicos y de laboratorio para estimar la probabilidad de fibrosis significativa.

Además, se utilizan herramientas de imagen especializadas para evaluar el grado de rigidez hepática, como la elastografía transitoria (FibroScan), la elastografía por resonancia magnética y otras variantes ecográficas. Estas técnicas permiten medir indirectamente la acumulación de tejido fibroso sin necesidad de una muestra de tejido. Sin embargo, cuando los resultados no son concluyentes o se requiere una evaluación precisa del estadio de fibrosis, la biopsia hepática sigue siendo el método diagnóstico de referencia. Aunque es una técnica invasiva, proporciona información directa sobre la extensión y patrón de la fibrosis, así como sobre otras alteraciones estructurales del hígado.

Tratamiento

El tratamiento de la fibrosis hepática se centra en detener o revertir el daño progresivo al hígado eliminando la causa subyacente. No existe un fármaco específico que cure la fibrosis, pero al tratar la enfermedad de base (como hepatitis viral, hígado graso no alcohólico, o alcoholismo), es posible frenar e incluso revertir parcialmente el proceso fibrótico en etapas tempranas. Esto incluye intervenciones como el control estricto de la glucosa y lípidos en pacientes con síndrome metabólico, pérdida de peso sostenida mediante dieta y ejercicio en la esteatosis hepática, abstinencia de alcohol en casos de daño alcohólico, y tratamiento antiviral en hepatitis B o C.

Además de tratar la causa, existen estrategias complementarias para proteger el hígado y mejorar la función hepática. Estas incluyen el uso de antioxidantes como la vitamina E en ciertos pacientes, el control de la presión portal en fibrosis avanzada, y la monitorización regular para prevenir complicaciones como la cirrosis o el cáncer hepático. En casos en los que la fibrosis progresa a cirrosis descompensada, el trasplante de hígado puede ser la única opción curativa. También se investiga el uso de fármacos antifibróticos experimentales que inhiben la activación de las células estrelladas o degradan la matriz extracelular, aunque aún no forman parte del tratamiento estándar.

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