El hígado es el órgano más grande del cuerpo humano. Esta estructura, indispensable para la supervivencia, tiene 3 funciones principales: extracción de nutrientes (carbohidratos, proteínas, lípidos), almacenamiento de energía, y eliminación de sustancias tóxicas. Además, también participa en la producción y liberación de bilis, el metabolismo de medicamentos, la protección inmunitaria, la producción de la hemoglobina, la regulación de la coagulación sanguínea, y mucho más. Con todas estas labores, no es de extrañar que el hígado contenga aproximadamente una pinta (13 %) de la sangre total del cuerpo en todo momento, y que filtre aproximadamente 2,000 litros de sangre al día.
Debido a su estrecho contacto con sustancias de desecho, medicamentos y compuestos tóxicos (como el alcohol), el hígado puede verse afectado gravemente por el estilo de vida inadecuado y las adicciones. En las siguientes líneas, te lo contamos todo sobre el hígado graso y cómo detectarlo antes de que se torne en una condición severa. ¡No dejes de leer!
¿Qué es el hígado graso?
Tal y como indican fuentes profesionales, el hígado graso (también conocido como esteatosis hepática) es una afección en la que se acumula grasa en el hígado. Dicho de forma algo más técnica, esta condición se puede definir como la existencia de numerosas vacuolas de grasa en los hepatocitos (células hepáticas). Este evento puede disminuir la eficacia funcional de los hepatocitos, provocar inflamación del tejido del hígado, causar estrés oxidativo y muerte celular y, en última instancia, desencadenar una cirrosis hepática.
En este punto, es importante destacar que existen 2 enfermedades relacionadas con el hígado graso:
- Hígado graso alcohólico: tal y como su propio nombre lo indica, en este caso el cuadro está provocado por el consumo de alcohol. Se considera que una ingesta superior a 80 gramos de alcohol al día en los varones y a 50 gramos en las mujeres es nociva para el hígado y puede llegar a causar una esteatosis hepática alcohólica con el paso del tiempo.
- Hígado graso no alcohólico: está provocado por otros factores predisponentes, como la obesidad, la diabetes tipo II, la presión arterial alta y más, pero el alcohol no está involucrado.
A partir de ahora, diseccionaremos las causas, los síntomas y el tratamiento de la esteatosis hepática de tipo no alcohólico, pues es el cuadro que suele recibir el nombre de “hígado graso” a secas. La esteatosis hepática alcohólica es una entidad clínica propia que requiere una aproximación y descripción específicas.
La enfermedad del hígado graso no alcohólico (NAFLD) es un término amplio utilizado para cubrir un espectro de afecciones que se caracterizan por evidencia de esteatosis hepática en imágenes o histología (esteatosis macrovesicular) y ausencia de causas secundarias de daño en el hígado, como consumo significativo de alcohol, uso crónico de medicamentos que pueden causar esteatosis hepática o trastornos hereditarios. Este trastorno tiene varias fases de progresión, las cuales incluyen esteatosis simple, esteatohepatitis, fibrosis, cirrosis y, finalmente, podría incluso progresar a carcinoma hepatocelular. De todas formas, es importante notar que sigue un curso generalmente benigno.
Según fuentes profesionales, la prevalencia de la enfermedad hepática no alcohólica en países de alto ingreso como Estados Unidos oscila entre el 11,5 % y el 46 % de la población general. Este trastorno se asocia comúnmente con el síndrome metabólico, la obesidad, la diabetes y la hiperlipidemia, y casi el 80 % de los pacientes con algún desorden clínico de tipo metabólico lo presentan.
Tipos de hígado graso no alcohólico
Existen 2 tipos de hígado graso no alcohólico según el daño provocado sobre el tejido hepático, tal y como se muestra en la siguiente lista:
- Esteatosis simple o hígado graso simple: este cuadro se caracteriza por la acumulación de grasa en los hepatocitos sin inflamación significativa ni daño hepático. Generalmente, es asintomática y reversible con cambios en el estilo de vida. Es la forma más leve del hígado graso no alcohólico y rara vez progresa a trastornos graves.
- Esteatohepatitis no alcohólica (NASH): por otro lado, esta patología implica la acumulación de grasa en el hígado acompañada de inflamación y daño en los hepatocitos. Puede causar fibrosis, cirrosis e incluso insuficiencia hepática o cáncer de hígado. Es una forma más grave de hígado graso no alcohólico y requiere seguimiento médico para prevenir complicaciones.
Síntomas
Tanto la enfermedad de hígado graso como la enfermedad del hígado graso por alcohol son afecciones silenciosas que tienen pocos o ningún síntoma en sus primeras etapas. El hígado graso simple es a menudo silencioso, si bien pueden presentarse algunos signos como:
- Malestar general.
- Cansancio.
- Dolor en la parte superior derecha del abdomen, donde está situado el hígado.
La esteatohepatitis no alcohólica (NASH), forma más grave de esta enfermedad, sí provoca signos clínicos bastante más evidentes, pues ya se ha producido un daño en el hígado y su correcto funcionamiento se ha visto alterado. Entre los signos clínicos habituales en esta fase del trastorno, destacan los siguientes:
- Hinchazón abdominal (ascitis) por acumulación de líquidos en el abdomen.
- Náuseas.
- Pérdida de apetito.
- Bajada de peso que no se puede explicar.
- Color amarillo de piel y mucosas (ictericia) debido al aumento de concentración de bilirrubina en sangre.
- Hinchazón de extremidades (edema) por acumulación de líquidos.
- Sangrado en esófago, estómago o recto.
- Vasos sanguíneos agrandados debajo de la superficie de la piel.
- Dilatación del bazo.
- Palmas de manos y pies rojas.
La principal complicación de esta enfermedad es la formación de cicatrices en el tejido hepático, un cuadro que se conoce como cirrosis hepática. Si la inflamación del hígado es continua, la fibrosis se disemina y afecta cada vez más tejido hepático, lo que disminuye su funcionalidad y pone en riesgo la salud del paciente. Si no se controla la formación de cicatrices, la cirrosis puede derivar en un cáncer de hígado.
Causas del hígado graso no alcohólico
Tal y como indican fuentes médicas, todavía no se sabe con exactitud a qué se debe el hígado graso no alcohólico. Algunos hígados son más proclives que otros a la acumulación de grasa, al igual que ciertos pacientes muestran una mayor predisposición para la evolución de hígado graso simple a esteatohepatitis no alcohólica, lo que complica la vinculación con potenciales desencadenantes. En este punto, se cree que tanto la genética como el ambiente y el estilo de vida condicionan tanto la aparición como la progresión de esta enfermedad.
A pesar de las incógnitas, existen varios cuadros y trastornos que se han asociado a la acumulación de grasa en el hígado. Destacamos los siguientes:
- Altos niveles de lípidos en sangre, como colesterol y/o triglicéridos.
- Diabetes o prediabetes diagnosticada.
- Sobrepeso u obesidad.
- Síndrome del ovario poliquístico (SOP).
- Apnea obstructiva del sueño.
- Resistencia a la insulina.
- Hipotiroidismo.
- Hipopituitarismo.
- Hipogonadismo.
- Consumo de ciertos medicamentos.
Como se ha mencionado en líneas previas, el síndrome metabólico se asocia al hígado graso no alcohólico, ya que ambos cuadros comparten factores como la resistencia a la insulina, la obesidad abdominal, la dislipidemia y la hipertensión. La resistencia a la insulina favorece la acumulación de grasa en los hepatocitos, lo que puede desencadenar inflamación y progresión a esteatohepatitis no alcohólica (NASH). Además, el exceso de ácidos grasos y la disfunción metabólica contribuyen al estrés oxidativo y daño hepático, aumentando el riesgo de fibrosis y cirrosis en personas con síndrome metabólico.
Diagnóstico de este cuadro clínico
El diagnóstico del hígado graso no alcohólico suele comenzar con una analítica sanguínea que incluye la medición de las transaminasas (ALT y AST), las cuales son enzimas hepáticas que se elevan cuando hay daño en los hepatocitos. A menudo, esto es un hallazgo clínico que tiene lugar en las pruebas de rutina de sangre. Si los niveles de transaminasas están elevados sin una causa clara, como el consumo excesivo de alcohol, el médico puede sospechar de este cuadro. Sin embargo, las transaminasas no son específicas del hígado graso, por lo que deben considerarse junto con otros factores de riesgo y hallazgos clínicos.
A continuación, el profesional médico puede indicar la realización de pruebas de de diagnóstico por imagen, como la ecografía abdominal, que es una técnica inicial no invasiva y accesible para detectar la presencia de grasa en el hígado. Si la ecografía muestra signos de esteatosis, se puede confirmar la sospecha de enfermedad, especialmente en pacientes con antecedentes de obesidad, diabetes o síndrome metabólico ya diagnosticado. De todas formas, también puede requerirse una resonancia magnética (RM) con contraste para la observación más exhaustiva del hígado y el potencial descarte de otros trastornos.
En algunos casos, si la sospecha es más grave y se plantea la posibilidad de que el cuadro haya progresado a esteatohepatitis no alcohólica, se puede optar por realizar una biopsia hepática. Esta prueba permite evaluar el grado de inflamación y fibrosis hepática, aunque debido a su naturaleza invasiva, no se realiza rutinariamente. Como se puede observar, el diagnóstico de este cuadro clínico es complejo, pero en casi todos los casos comienza con una analítica de sangre de rutina.
Tratamiento del hígado graso
El tratamiento del hígado graso se enfoca principalmente en abordar las causas subyacentes y reducir el impacto de los factores de riesgo asociados, ya que no existe un tratamiento farmacológico específico aprobado para la enfermedad en sí. En las siguientes líneas, se citan algunos enfoques clave:
Cambios en el estilo de vida:
El pilar principal del tratamiento del hígado graso es la adopción de hábitos saludables, como una dieta balanceada baja en grasas saturadas y azúcares refinados, y la práctica de ejercicio regular (3-4 veces por semana). La pérdida de peso en personas con sobrepeso/obesidad es especialmente crucial; incluso una pérdida del 5-10 % del peso corporal puede reducir significativamente la acumulación de grasa en el hígado y mejorar las transaminasas. Se recomienda una combinación de ejercicio aeróbico y de resistencia para mejorar la función hepática.
Control de enfermedades asociadas:
Es fundamental tratar y controlar las condiciones metabólicas asociadas, como la resistencia a la insulina, la hiperglucemia (diabetes tipo 2), la hiperlipidemia (niveles elevados de colesterol y triglicéridos) y la hipertensión, en caso de presentarse en el paciente. El control adecuado de estos factores reduce el riesgo de progresión a formas más graves de la enfermedad.
Seguimiento y monitoreo:
El seguimiento regular de las transaminasas y de las condiciones metabólicas es clave para evaluar la respuesta al tratamiento y detectar posibles complicaciones. En algunos casos, el profesional médico también puede prescribir medicamentos para condiciones subyacentes, como fármacos para mejorar la sensibilidad a la insulina (como la metformina) o para reducir los niveles de lípidos. Sin embargo, no hay medicamentos específicos aprobados exclusivamente para tratar el hígado graso, aunque sí se pueden controlar tanto sus síntomas derivados como sus potenciales desencadenantes.
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Redactor de contenidos y divulgador científico en grupo VIVO.
Redactor científico con más de 3 años de experiencia en divulgación en diversos portales web. Graduado en biología, con máster en zoología y especializado en biología sanitaria.