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Microbiota y depresión: ¿están relacionadas?

La depresión es una enfermedad muy compleja cada vez más presente en la sociedad. Aunque no se conocen las causas exactas de esta condición y su etiología suele considerarse multifactorial, sí que es claro que este problema de salud es, a día de hoy, una emergencia médica. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el 3,8 % de la población mundial está afectada por este cuadro psiquiátrico, lo que equivale a más de 280 millones de personas. Para agravar más aún las cifras, hay que tener en cuenta que el 75 % de los afectados en países de bajo-medio ingreso no reciben los tratamientos adecuados por falta de apoyo a nivel sanitario y farmacológico.

Abordar la depresión desde el prisma más multidisciplinar posible es vital, sobre todo si tenemos en cuenta que más de 800 000 personas se quitan la vida al año en todo el mundo por problemas relacionados con la salud mental. En las siguientes líneas, te contamos cómo se relaciona la microbiota con la depresión y los estados anímicos. Aunque queda mucho por investigar en este terreno, todo grano de arena a nivel científico puede ayudar a construir el tratamiento efectivo frente a los cuadros depresivos.

La microbiota y su relación con el cerebro

Empecemos cimentando conceptos. El término microbiota define al conjunto de microorganismos (bacterias, protozoos, hongos, virus y más) que habitan en una superficie concreta, en este caso en nuestro aparato digestivo. Aunque la microbiota más conocida sea la presente en el intestino (también llamada flora intestinal), hay que tener en cuenta que existen comunidades estables de organismos microscópicos en la boca, la piel, la vagina, los ojos y más. En general, toda superficie humana en contacto con el exterior cuenta con comunidades microbianas.

Los términos microbioma y microbiota son similares, pero no intercambiables. Mientras que la microbiota engloba a las familias, los géneros y las especies de microorganismos habitantes en un entorno concreto, el microbioma tiene en cuenta a sus productos metabólicos, sus componentes libres en el entorno, las relaciones entre comunidades y las condiciones fisicoquímicas. Dicho de otro modo, el microbioma engloba un espectro más amplio. De todas formas, con fines divulgativos utilizaremos la palabra microbiota a lo largo de este espacio.

El eje intestino-cerebro es más que conocido en el entorno médico y científico. Más allá de los caminos neuronales y hormonales que no nos atañen en este espacio concreto, la microbiota intestinal o flora interactúa con el cerebro mediante las siguientes rutas:

  1. Los microorganismos de la microbiota intestinal producen metabolitos activos que son capaces de afectar a la función cerebral, aunque en muchos casos la forma exacta es desconocida.
  2. Según estudios, los cambios en la microbiota también podrían afectar a la plasticidad cerebral, es decir, el proceso de aprendizaje neurobiológico.
  3. La microbiota intestinal puede interactuar con el sistema nervioso periférico para enviar señales al sistema nervioso central. En el sentido contrario, el sistema nervioso central puede enviar señales al intestino, modulando a su vez la composición y el funcionamiento de la microbiota.

Estos son solo algunos de los mecanismos que relacionan la microbiota con el sistema nervioso, pero existen muchísimos más que no vamos a comentar por su potencial complejidad terminológica. De todas formas, hay múltiples investigaciones que recogen en detalle esta información.

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La microbiota y la depresión: una relación cada vez más conocida

El trastorno depresivo mayor, también conocido como depresión por gran parte de la población, es un cuadro emocional que causa un sentimiento de tristeza constante y una clara falta de interés y motivación a la hora de realizar actividades diarias. Afecta a sentimientos, pensamientos y comportamientos, traduciéndose en un abanico muy grande de síntomas tanto físicos como psiquiátricos. Se trata de un trastorno multifactorial en el que se pueden contar múltiples factores de riesgo: abuso, edad avanzada, pérdida o muerte de un ser querido, uso de sustancias, historial familiar y mucho más.

Más allá de experiencias vitales y predisposición genética, cada vez se relaciona más la microbiota intestinal con los cuadros depresivos. Un estudio, publicado en la revista Nature en el año 2022, analizó las muestras fecales de más de 2500 personas con síntomas depresivos. Después del análisis de las muestras, se descubrió que 12 grupos bacterianos estaban involucrados en los intestinos de pacientes con depresión. Se destacan Sellimonas, Eggerthella, Ruminococcaceae (UCG002, UCG003, UCG005), Lachnoclostridium, Hungatella, Coprococcus y Lachnospiraceae, entre otros.

Muchas de las bacterias implicadas en los cuadros depresivos tienen un claro potencial para participar en la síntesis de sustancias como glutamato y butirato, las cuales influyen de forma directa a la emocionalidad y el funcionamiento del cerebro. Por ejemplo, según investigaciones, el glutamato juega un papel clave en los rasgos de personalidad relacionados con el suicidio, incluida la agresión y la agresión impulsiva. La modulación de su síntesis por parte de la microbiota podría explicar, en parte, la aparición de ciertos síntomas depresivos.

Otro ejemplo es el de las bacterias del género Coprococcus. Este género bacteriano está involucrado en la síntesis de butirato y, curiosamente, se encuentra infrarrepresentado en personas con trastornos de ansiedad generalizada y depresión. El butirato es un antiinflamatorio, y una inflamación exacerbada puede estar implicada en la depresión. Por otro lado, se ha detectado de forma consistente que las bacterias de la familia Ruminococcaceae son más reducidas en los intestinos de las personas con depresión y trastorno bipolar. Conocer los mecanismos fisiológicos que relacionan estos eventos es muy complicado, pero las tendencias existen y es necesario desarrollar sobre ellas.

¿Cuáles son las enfermedades comunes causadas por bacterias?

Un frente prometedor, pero con conocimiento

En estas líneas, hemos expuesto algunos de los vínculos más evidentes entre la microbiota y la depresión. De todas formas, esto no quiere decir que el estudio fecal deba ser el primer paso a la hora de notar síntomas depresivos permanentes en el tiempo. En todos los casos, se debe buscar ayuda psicológica con presteza, a nivel tanto de psiquiatra como de psicólogo, para realizar la evaluación pertinente y personalizada. Todo tratamiento depresivo pasa por la atención de un profesional en la salud mental como método de atención inicial.

Si lo recomienda un profesional en salud y ya se ha comenzado la terapia psicológica/farmacológica, se puede recurrir a los estudios de microbiota para conocer posibles alteraciones y comenzar la toma de prebióticos, probióticos o ambos. Aun así, insistimos nuevamente en que todo estado depresivo debe ser evaluado por un psiquiatra en primera instancia.

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