El hígado es uno de los órganos más importantes del cuerpo. Con alrededor de 1,5 kilogramos de peso y más de 25 centímetros de ancho, esta estructura cumple una serie de funciones inestimables para el mantenimiento de la homeostasis de nuestro organismo. Se encarga de producir la bilis, la síntesis de proteínas para el plasma sanguíneo, el almacenamiento y liberación de la glucosa, el procesado de la hemoglobina, la conversión de amoniaco en urea, la depuración de fármacos y muchas cosas más.
Por desgracia, diversos eventos y enfermedades pueden provocar que el tejido del hígado se vea dañado de forma permanente, cicatrizando y perdiendo funcionalidad. Este evento se conoce como cirrosis hepática y afecta a más de 160 millones de personas en todo el mundo, tal y como indican estudios. Aunque existan tratamientos para abordar esta condición, la tasa de supervivencia media de un paciente cirrótico es de 10 a 13 años.
Los problemas del hígado son más comunes a medida que se envejece, sobre todo en aquellos cuadros que se ven desencadenados por una dieta deficiente o el consumo excesivo de alcohol. De todas formas, este daño orgánico también puede ocurrir en la edad pediátrica por muchos motivos. En las siguientes líneas, te contamos todo lo que debes saber sobre la hepatitis infantil y sus signos clínicos tempranos.
¿Qué es la hepatitis infantil?
La hepatitis es el término médico que define la inflamación del hígado. Puede ser resultado de múltiples procesos y enfermedades, como el consumo excesivo de alcohol, las infecciones virales, la drogadicción, las patologías autoinmunitarias, el consumo de toxinas y muchas cosas más. En términos generales, la hepatitis viral provocada por los virus de la hepatitis A, B y C es la variante más común de la condición.
Las cifras epidemiológicas y la incidencia de la hepatitis dependen mucho del agente causal. Por ejemplo, se estima que alrededor de 2300 millones de personas en el mundo están infectadas con uno o más de los virus de la hepatitis (A, B, C, D y E). Los virus VHB y VHC son los responsables del 90 % de las muertes de etiología viral. De todas formas, estudios destacan que hasta el 25 % de las defunciones por cirrosis hepáticas (complicaciones de la hepatitis) se correlacionan con el consumo excesivo de alcohol.
Tras esta introducción, es fácil llegar a la conclusión de que la hepatitis infantil es la inflamación del hígado que se produce en la edad pediátrica. Naturalmente, los agentes causales y el pronóstico difieren de aquellos en la población adulta. Esta condición se puede escindir en 2 variantes:
- Aguda: ocurre en niños que previamente se encontraban sanos, es decir, que no tienen una enfermedad hepática preexistente. El consumo de medicamentos y las infecciones son las causas principales de la hepatitis infantil aguda.
- Crónica: aparece en niños con una enfermedad del hígado preexistente. Se pueden presentar signos y síntomas de un daño hepático irreparable (cirrosis hepática).
Síntomas de la hepatitis infantil
La manifestación clínica de la hepatitis infantil depende mucho del agente causal, el estado de salud previo del infante y la rapidez con la que se ha instaurado el cuadro (si es aguda o crónica). Además, es posible que el niño sea asintomático durante las primeras etapas de la enfermedad. En las siguientes líneas, se recogen los síntomas que más se asocian a esta enfermedad, aunque no se cumplen en todos los casos:
- Orina de color oscuro.
- Heces pálidas, arcillosas y/o blanquecinas.
- Color amarillo de la piel y la conjuntiva ocular (ictericia).
- Dolor abdominal.
- Fiebre y otros síntomas de tipo gripal.
- Pérdida de apetito.
- Dolor de las articulaciones.
- Diarrea.
- Dolor muscular.
- Sensación general de malestar.
- Urticaria en la piel con picazón.
Ante cualquiera de estos signos clínicos o la simple sospecha de un daño hepático, resulta esencial llevar al niño al médico. Si se deja pasar el tiempo, es posible que el cuadro se torne irreversible.
Causas
La hepatitis puede tener múltiples causas, aunque en la mayoría de los casos son de origen viral. En el siguiente listado, se exponen algunos de los agentes víricos que pueden llegar a provocar un daño en el hígado en niños:
- Virus de la hepatitis: Existen 6 virus de la hepatitis con relevancia clínica en nuestra especie (A, B, C, D, E y G), aunque no está claro que el tipo G sea patogénico en el ser humano. La vía más común de infección tiene lugar cuando una madre con hepatitis B o C le transmite el virus al bebé durante el parto. Hasta el 90 % de los recién nacidos infectados con hepatitis B desarrollarán una variante crónica de la enfermedad.
- Citomegalovirus: el citomegalovirus o CMV se encuentra presente en todo el mundo y hasta el 80 % de las personas se infectan antes de los 40 años. La mayoría la población adulta infectada es asintomática, pero aquellos infantes con el sistema inmunitario comprometido podrían tener afecciones en los pulmones, el hígado, los riñones, la médula ósea o los intestinos.
- Virus de Epstein-Barr: este virus es la causa más común de mononucleosis aguda infecciosa. Tal y como indican estudios, en la población infantil a veces se puede llegar a relacionar al cuadro de hepatitis.
- Otros agentes víricos: como virus del herpes simple, el virus varicela zóster, el rubivirus (causante de la rubéola) y diversos enterovirus, parvovirus y adenovirus.
Por suerte, existen diversas vacunas para prevenir la enfermedad por muchos de los agentes víricos aquí citados. Por ejemplo, la vacuna contra el VHB (uno de los virus principales en la hepatitis infantil) ofrece una protección que oscila del 95 al 100 %. Generalmente, se aplica en 2,3 o 4 rondas y se indica su primera inyección tras el nacimiento, completándose el ciclo a los 6-18 meses de edad.
Además de los agentes virales, también existen otras causas (menos comunes) de la hepatitis infantil. En algunos casos se puede producir una reacción adversa del sistema inmunitario, lo que cursa con ataques al tejido del hígado y su posterior inflamación. Esto se conoce como hepatitis crónica autoinmune y, aunque es rara, resulta muy importante para explicar daños hepáticos en la población pediátrica.
También cabe destacar que en recientes tiempos ha hecho eco en medios de comunicación una hepatitis grave aguda de origen desconocido en niños. Ya se han registrado varios casos en todo el mundo, pero se requiere mucha más investigación y conocimiento para informar sobre este fenómeno de forma fehaciente.
Diagnóstico
El primer paso para el diagnóstico de un daño hepático es el análisis del historial clínico del infante y también del materno. Tras la anamnesis inicial y el examen físico, se puede recurrir a diversas pruebas y análisis.
El análisis de sangre suele ser el primer paso para cuantificar el daño hepático. En él, se puede calcular la concentración de ciertas enzimas hepáticas y otras sustancias que indican daño en el hígado. En otro tipo de analítica sanguínea, se busca el material genético de ciertos virus (como los de la hepatitis B y C) para confirmar o descartar una infección. En el análisis de sangre también se pueden realizar pruebas de función hepática, conteos de células sanguíneas y test de coagulación, entre otras muchas cosas.
Más allá de las pruebas de sangre, también pueden ser de utilidad los estudios de diagnóstico por imagen, como la tomografía computarizada (TC). La TC del hígado y las vías biliares puede proporcionar información más detallada sobre el hígado, la vesícula y las estructuras adyacentes, así como la extensión de los daños y sus posibles causas. La resonancia magnética también otorga información detallada sobre este órgano y permite diferenciar la naturaleza de lesiones, entre otras muchas cosas.
Tratamiento de la hepatitis infantil
El tratamiento de la hepatitis infantil depende mucho del agente causal. Por ejemplo, en algunos casos de hepatitis viral se recomienda el descanso y el abordaje asistencial (dieta, descanso, fluidos, etc), aunque también puede ser necesario el consumo de medicamentos antivirales con el fin de evitar que la condición se cronifique. En caso de que la causa sea autoinmunitaria, se puede requerir el uso de fármacos inmunosupresores, entre otros.
Más allá de estos casos concretos, se pueden recomendar o retirar medicamentos según la salud del infante, el desencadenante y mucho más. También se puede requerir hospitalización y análisis de sangre periódicos para monitorizar el estado del hígado en casos más delicados. Cuando el daño hepático es irreversible y pone en riesgo la vida del niño, es posible que se contemple el trasplante de hígado.
Como hemos dicho en líneas previas, la vacunación es la mejor prevención y tratamiento para muchas hepatitis virales. Ante cualquier duda, se recomienda acudir al pediatra para recibir información sobre el calendario de vacunación y los cambios necesarios en el caso concreto.
La hepatitis infantil es una entidad clínica complicada y con múltiples agentes causales. De todas formas, en todos los casos se cumple una regla universal: ante cualquier síntoma de daño hepático, se recomienda llevar al niño al pediatra de confianza. Todo cuadro tiene un mejor pronóstico si se detecta a tiempo, sobre todo en la población pediátrica.
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En VIVOLABS, ponemos a tu disposición un análisis de sangre que mide el estado de salud del hígado sin necesidad de cita previa o prescripción médica. También contamos con estudios específicos por PCR que detectan las infecciones por hepatitis B y C. Recordamos que los niños pueden infectarse con estos virus por contacto durante el parto y sin necesidad de haber realizado prácticas sexuales.
Redactor de contenidos y divulgador científico en grupo VIVO.
Redactor científico con más de 3 años de experiencia en divulgación en diversos portales web. Graduado en biología, con máster en zoología y especializado en biología sanitaria.