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Estudios de la función hepática: tipos y usos

Nuestro cuerpo se mantiene en equilibrio gracias a un complejo baile fisiológico. Los distintos órganos trabajan de forma conjunta y sincrónica para que los nutrientes, los fluidos y los productos de desecho ingresen en el organismo y salgan de él según los requerimientos en cada momento. Una de las estructuras más importantes a la hora de hablar de la salud humana es el hígado, un órgano con forma triangular de peso alrededor de 1500 gramos que realiza diversas funciones esenciales. Sintetiza proteínas plasmáticas, elimina de la sangre sustancias nocivas, almacena vitaminas y glucógeno, ayuda en la digestión de alimentos y mucho más.

Es imposible vivir sin hígado o con uno que no funciona bien. Por desgracia, los problemas en este órgano son relativamente comunes, sobre todo en personas en riesgo de infecciones y en aquellas con adicciones, más aún si hablamos de alcohol. Tal y como indican estudios, 1,5 miles de millones de personas viven con una enfermedad hepática crónica, lo que ha supuesto un aumento de la incidencia de hasta el 13 % desde el año 2000.

Algunas de las enfermedades más comunes del hígado son la cirrosis hepática, la hepatitis B y C, el hígado graso y el cáncer. Muchas de las condiciones que afectan a este órgano están relacionadas entre ellas y ocurren como consecuencia unas de otras, pero en todos los casos el diagnóstico mejora con la detección temprana. En las siguientes líneas, te contamos en qué consisten los estudios de la función hepática y cómo pueden llegar a salvar vidas.

¿Qué son los estudios de la función hepática y para qué se usan?

Los estudios de la función hepática, también conocidos como paneles hepáticos a secas, son análisis de sangre que arrojan información sobre el estado general del hígado del paciente. Para ello, miden los niveles de determinadas enzimas, proteinas y otras sustancias relacionadas con este órgano. Algunos de sus usos más relevantes son los siguientes:

  • Encaminar el diagnóstico de una infección que afecta al hígado, como una hepatitis A, B o C.
  • Descubrir cómo de dañado está el hígado tras una enfermedad o adicción. Esto es especialmente importante en el monitoreo de la cirrosis hepática, caracterizada por una cicatrización permanente y pérdida de funcionamiento del órgano.
  • Monitorizar los efectos de ciertas medicinas sobre el hígado. El uso de algunos medicamentos puede contribuir al daño hepático.
  • Registrar la eficacia de un tratamiento para una enfermedad hepática.

De todas formas, es necesario destacar que los resultados anormales en un estudio de la función hepática no siempre indican que se ha producido un daño en el hígado. Aunque estos paneles son el primer paso para el diagnóstico, es necesaria la interpretación de un profesional médico y la realización de pruebas de diagnóstico por imagen para lograr una evaluación más certera.

¿Quién necesita un estudio de la función hepática?

Los estudios de la función hepática se pueden realizar de forma proactiva, es decir, para conocer el estado general de salud del hígado aun sin síntomas evidentes. Por esta razón, algunos de los parámetros incluidos en estos paneles también están en los chequeos de sangre rutinarios que deberían efectuarse cada año.

Más allá de revisiones, los estudios de la función hepática pueden indicarse si el paciente llega a consulta con los siguientes síntomas:

  • Color amarillento de la piel y los ojos (ictericia).
  • Hinchazón y dolor en la región abdominal.
  • Náuseas y vómitos.
  • Diarrea.
  • Orina de color oscuro.
  • Heces con tono pálido.
  • Picor en la piel.
  • Fatiga persistente.
  • Pérdida de apetito.
  • Tendencia a la formación de moratones.

La ictericia es el síntoma por excelencia del fallo hepático. Esto se debe a una acumulación de bilirrubina, sustancia de desecho de los glóbulos rojos que requiere de un buen funcionamiento del hígado para ser expulsada. El mal desempeño del hígado también provoca desequilibrios que desembocan en una acumulación de fluidos en el cuerpo, lo que se traduce en hinchazón anormal y otros muchos signos.

De todas formas, es necesario destacar que el daño en el hígado suele ser progresivo. Es esencial realizarse un panel de este tipo si un profesional médico lo indica aunque no exista una sintomatología aparente.

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Parámetros analizados

En las siguientes líneas, recogemos los parámetros que más se incluyen en los estudios hepáticos y los valores de normalidad para cada uno de ellos. Es posible que un profesional incluya o sustraiga algunos de ellos según las sospechas diagnósticas y los requerimientos del paciente, por lo que este listado es meramente informativo.

Albúmina

La albúmina es una proteína producida por el hígado que tiene múltiples funciones: mantener la presión oncótica, transportar hormonas tiroideas por la sangre y otras hormonas liposolubles, unirse a ácidos grasos y trasladarlos, transportar la bilirrubina no conjugada, unirse con los iones de calcio y mucho más. Esta sustancia representa a un 54,3 % de las proteinas plasmáticas.

El rango normal de albúmina en sangre es de 3,4 a 5,4 g/dL (de 34 a 54 g/L). Un valor por debajo de lo esperado puede ser indicio de cirrosis hepática, desnutrición, síndrome nefrótico, enfermedades genéticas causantes de hipoalbuminemia, trastornos digestivos y ciertos procedimientos médicos. Los niveles demasiado altos, en ciertos escenarios, pueden ser indicio de una deshidratación.

Fosfatasa alcalina (FA)

La fosfatasa alcalina es una enzima de tipo hidrolasa responsable de eliminar grupos de fosfatos de varios tipos de moléculas mediante un proceso conocido como desfosforilación. Este tipo de enzima se encuentra en muchas partes del cuerpo, sobre todo los huesos, la placenta, el hígado, los intestinos y los riñones. En general, se trata de un marcador bioquímico de gran interés para diagnosticar enfermedades hepáticas y óseas.

Los valores normales de fosfatasa alcalina en adultos son de 44 a 147 unidades internacionales por litro (UI/L). Un valor en sangre más alto de lo normal puede ser signo de daño hepático, enfermedad en los huesos, obstrucción de las vías biliares, cirrosis hepática o mononucleosis. Por otro lado, los niveles bajos de FA pueden indicar falta de zinc, desnutrición, anemia, patologías tiroideas o enteritis, entre otros eventos clínicos.

Alanina aminotransferasa (ALT)

La alanina aminotransferasa es una enzima que pertenece al grupo de las transaminasas, enzimas que ayudan al hígado a transformar el alimento en energía. Aunque sea un parámetro de gran interés en los estudios de función hepática, es necesario destacar que los valores óptimos dependen mucho de la técnica analítica utilizada y el laboratorio que ha llevado a cabo la prueba, por lo que todo resultado debe ser analizado por un profesional en medicina.

De todas formas, como cálculo general, se puede generalizar que el rango normal de ALT en sangre es de 4 a 36 U/L. Un incremento de alanina aminotransferasa por encima de los niveles óptimos puede ser indicio de cirrosis hepática, muerte de tejido hepático, isquemia hepática, hemocromatosis, hepatitis, cáncer de hígado, mononucleosis, pancreatitis y más.

Aspartato aminotransferasa (AST)

Otra enzima del grupo de las transaminasas que se encuentra especialmente en el corazón, el hígado y el tejido muscular. Los niveles de AST en sangre son en general bajos, pero el daño en ciertos órganos o estructuras puede hacer que se libere una cantidad accesoria al torrente sanguíneo.

Los niveles normales de AST en sangre son de 8 a 33 U/L. Más allá de los problemas de hígado y otras patologías citadas en el apartado de la ALT, un valor más elevado de lo normal en este caso puede significar un ataque cardíaco, un trauma o enfermedad muscular. Aunque en el pasado se empleaba como un marcador bioquímico para el diagnóstico del infarto agudo de miocardio, a día de hoy se ha sustituido por otras sustancias más fiables (como las troponinas). Aun así, la AST sigue siendo de gran utilidad en los estudios de función hepática.

Gamma glutamil transferasa (GGT)

La GGT es una enzima hepática cuya función principal es transferir grupos gama-glutamil entre péptidos. Aunque está presente en diversos tejidos, es mucho más abundante en el hígado, las vías biliares y el páncreas. El rango normal de esta enzima en la sangre es de 6 a 28 unidades/litro (U/L) de forma aproximada, aunque puede aumentar un poco más sin que necesariamente indique un problema. Como en otros casos, su aumento puede deberse a cirrosis hepática, hepatitis, alcoholismo y pancreatitis. Aquí también se deben citar la diabetes y la insuficiencia cardiaca congestiva.

Proteína total

Este examen mide la cantidad total de proteínas en la sangre, es decir, la albúmina y las globulinas (alfa, beta y gamma). En este apartado requieren especial interés las globulinas, sustancias encargadas de combatir infecciones y transportar sustancias a través del torrente sanguíneo por todo el cuerpo. Algunas de las globulinas analizadas se producen en el hígado, mientras que otras encuentran su síntesis en elementos del sistema inmunitario.

Los niveles normales de proteína total en sangre oscilan entre 6,3 y 7,9 g/dL. Los valores más bajos de lo esperado pueden ser indicio de enfermedad hepática, patología renal, desnutrición y síndrome de malabsorción, entre otras cosas. Debido a su relación con el sistema inmunitario, los niveles más altos pueden indicar una infección (VIH, hepatitis viral y más) o un mieloma múltiple, un tipo de cáncer de las células plasmáticas.

Bilirrubina

La bilirrubina es un pigmento de color amarillo que resulta de la degradación de los glóbulos rojos sanguíneos. Aunque dicha degradación se produzca en el bazo, la bilirrubina se conjuga en el hígado y se termina almacenando en la vesícula biliar para formar parte de la bilis y liberarse en el intestino durante el proceso de digestión. Hay 3 tipos de bilirrubina, lo que modula también los valores normales para cada caso:

  • Bilirrubina conjugada: es la bilirrubina unida al ácido glucorónico, capaz de acumularse en la vesícula biliar y formar parte de la bilis. El valor normal en sangre es de 0 a 0,3 mg/dL en adultos.
  • Bilirrubina no conjugada: está unida a la albúmina. Aún no está lista para formar parte de la bilis. Su rango normal aproximado es de 0,1 a 0,5 mg/dL.
  • Bilirrubina total: la suma de los 2 valores citados con anterioridad. El cómputo total suele oscilar entre 0,3 y 1,0 mg/dL.

Los niveles óptimos pueden variar de forma ligera según el método utilizado y el laboratorio. Los valores pueden ser más altos de lo normal por muchos motivos más allá de la cirrosis hepática o una infección del hígado, aunque estas son algunas de las causas más comunes.

Por ejemplo, la bilirrubina elevada en sangre también puede ocurrir cuando los glóbulos rojos se degradan más rápido de lo normal (eritroblastosis fetal, anemia hemolítica, reacción adversa a una transfusión y más). También es posible que ocurra por problemas en la vesícula o vías biliares, como estenosis biliar, un cáncer pancreático o la presencia de cálculos biliares.

Lactato deshidrogenasa (LDH)

La LDH es una enzima de tipo catalizador que está en muchos tejidos, pero sobre todo en corazón, riñones, hígado, músculos, glóbulos rojos, cerebro y pulmones. El valor normal de la concentración en sangre de LDH es: 105-333 UI/L. Los niveles más altos de lo normal pueden ser indicio de cardiopatía, enfermedades de la sangre, problemas del hígado, metástasis tumorales, tromboembolismo pulmonar, insuficiencia renal aguda, fiebre tifoidea y más. Como puedes comprobar, es un marcador bioquímico que va mucho más allá de la salud hepática.

Tiempo de protrombina (TP)

El tiempo de protrombina, abreviado como TP, es un tipo de análisis de sangre que mide cuánto tiempo tarda el plasma (porción líquida de la sangre) en llegar a coagularse. El rango normal del PT varía entre 12 y 15 segundos. Aunque se utilice para el diagnóstico y prevención de otras muchas condiciones más, en el estudio de función hepática un PT más alto de lo normal puede ser indicio de enfermedad en el hígado.

Los estudios de la función hepática son esenciales para detectar problemas tempranos en el higado.

Preguntas frecuentes sobre los estudios de función hepática

A modo de cierre de este espacio, recogemos algunas de las preguntas frecuentes más comunes sobre los estudios de función hepática.

¿Cómo prepararse?

La toma de algunos medicamentos puede alterar los resultados relacionados con la función hepática, así como el consumo de ciertos alimentos/bebidas. Antes de realizarse este análisis, hay que comentar cualquier inquietud o cambio de rutina que se esté llevando a cabo. Puede que sea necesario llevar a cabo un ayuno de 10 a 12 horas, dependiendo de lo que indique el profesional médico.

¿Cómo se realiza esta prueba?

La extracción de la muestra de sangre se realiza por venopunción. Se puede sentir un ligero dolor/mareo durante la extracción, pero el procedimiento es sencillo y no dura más de unos minutos. La invasividad es mínima.

¿Hay riesgos asociados?

Más allá del pinchazo inicial y el posible miedo/trauma a las agujas de algunos pacientes, no hay riesgos asociados a los estudios de la función hepática. Se trata de una extracción de sangre simple, realizada de forma rutinaria en otros muchos análisis (como el hemograma completo).

¿Algo más que deba saber?

En general, los estudios de la función hepática son solo el primer paso para diagnosticar una condición subyacente. Por ejemplo, este análisis puede confirmar que el paciente tiene la bilirrubina en sangre demasiado alta, pero hay que encontrar la causa primaria con radiografías, ecografías, resonancias e incluso otras pruebas más avanzadas, como una biopsia.

Además, en última instancia recordamos la importancia de que los resultados de esta prueba (y cualquier otra) sean interpretados por un profesional médico. Tener algunos de los valores alterados puede ser indicativo de una patología hepática, pero también de otras muchas condiciones o, en su defecto, de una desviación no patológica. En el terreno de salud, siempre hay que encontrar con la asistencia de un profesional.

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