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Los 10 tipos de hepatitis (y sus características)

El término hepatitis se utiliza para describir la inflamación del hígado, órgano esencial para la supervivencia encargado de la extracción de nutrientes, el almacenamiento de energía y la eliminación de sustancias tóxicas del cuerpo. Cuando su aparición es más súbita y reciente, este cuadro clínico se define como hepatitis aguda, mientras que si su duración es mayor a 6 meses se conoce como hepatitis crónica.

Las hepatitis virales son las causas más habituales de hepatitis, y con razón, pues más de 354 millones de habitantes viven con hepatitis B o C en todo el mundo. De todas formas, hay más desencadenantes de la inflamación aguda o crónica del hígado, como el consumo de alcohol, el contacto con ciertos tóxicos o el mal funcionamiento del sistema inmunitario. En las siguientes líneas, te contamos cuáles son los 10 tipos de hepatitis y en qué se diferencian entre ellos. ¡No dejes de leer!

1. Hepatitis A

Comenzamos este listado con las hepatitis virales, de las cuales existen al menos 6 tipos (de la A a la G), si bien las más comunes son la A, la B y la C. El virus de la hepatitis A se transmite entre personas principalmente por el consumo de agua o alimentos contaminados, aunque también puede extenderse a través del contacto directo. Este agente vírico se diferencia del resto en que no puede causar una hepatopatía de tipo crónico, pero en un porcentaje muy reducido de los casos sí es capaz de provocar una hepatitis fulminante.

La hepatitis A es muy frecuente en países de ingreso bajo y medio-bajo. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), en regiones empobrecidas hasta el 90 % de los habitantes contraen la infección antes de los 10 años de edad, en muchos casos de forma asintomática. Su periodo de incubación es de hasta 28 días y los adultos son más proclives a presentar síntomas que los infantes (fiebre, pérdida de apetito, diarrea y malestar). En general, el cuadro se resuelve por sí solo con el tiempo y no requiere hospitalización.

2. Hepatitis B

La hepatitis B se transmite a través de fluidos corporales, como sangre, semen y otros líquidos. Debido a su forma de contagio, se considera una enfermedad de transmisión sexual (ETS) y una infección de transmisión sexual (ITS). Se estima que este agente infeccioso afecta a más de 300 millones de personas en todo el mundo, una cifra astronómica que hace a este tipo de hepatitis viral la más común de todas. Cualquier persona puede contraer el VHB, aunque están en riesgo los bebés con madres infectadas, las personas que usan drogas intravenosas y los pacientes en hemodiálisis, entre otros.

A menudo, esta infección asintomática, aunque los bebés y los adultos son más proclives de presentar signos clínicos. En la mayoría de los casos es de naturaleza aguda, aunque en el 5-10 % de los casos puede tornar en una hepatitis crónica, siendo el factor de riesgo máximo el contagio a una edad muy temprana. Si no se trata, la hepatitis B crónica suele desembocar en cirrosis hepática después de décadas, con todo lo que ello conlleva. Por ello, en su variante más severa se debe tratar con antivirales (y en situaciones límite, con trasplantes hepáticos).

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3. Hepatitis C

El último de los tipos de hepatitis virales comunes. Se estima que, cada año, 1,5 millones de personas se contagian con el virus de la hepatitis C, y hay 58 millones de pacientes con hepatitis C crónica en todo el mundo. Este agente patógeno se transmite a través de la sangre, por lo que el uso de drogas intravenosas, el material médico no higienizado y las prácticas sexuales que implican la exposición a sangre son las vías de contagio más usuales.

Aproximadamente el 15-45 % de las personas infectadas por el VHC eliminan el virus de manera espontánea en un plazo de 6 meses, y entre el 55-85 % restantes desarrollan una hepatitis viral crónica. Estas cifras indican que la hepatitis C es la más severa de las 3 citadas, y conlleva una mayor morbilidad y mortalidad. De todas formas, los antivíricos de acción directa curan más del 95 % de las infecciones, aunque no todas las personas tienen acceso al tratamiento adecuado.

4. Hepatitis D

La hepatitis D es una inflamación del hígado causada por el virus de la hepatitis D (VHD), mucho menos conocido que los agentes ya citados, pero con interés clínico. Para replicarse, el VHD necesita al virus de la hepatitis B, y casi el 5 % de las personas con una hepatitis B crónica lo portan. La infección simultánea por el VHB y el VHD se considera la forma más grave de hepatitis vírica crónica, pues la sobreinfección acelera mucho la aparición de cirrosis. Esta situación clínica también favorece la aparición de cáncer de hígado (hepatocarcinoma).

5. Hepatitis E

Hay diferentes tipos de virus englobados dentro de la hepatitis E, los cuales se pueden transmitir de varias formas: sobre todo a través de agua contaminada (vía fecal-oral) o al comer carne poco cocida de cerdo o de caza silvestre. Esta infección afecta a todas las regiones del mundo, pero es mucho más habitual en Asia oriental y meridional. Se estima que cada año hay unos 20 millones de casos de infección por el VHE en todo el mundo, aunque menos del 20 % son sintomáticos. El desarrollo de una vacuna frente a este patógeno está en marcha, pero no está disponible para la población general.

6. Hepatitis F

La hepatitis F es uno de los tipos de hepatitis más infrecuentes, por lo que no requiere mucho más que su nombramiento. Solo se han registrado casos esporádicos en la India, Reino Unido, Italia y Francia. En un principio, el agente causal se catalogó como una variante del virus de la hepatitis B.

7. Hepatitis G

Terminamos el largo apartado de las hepatitis virales con la hepatitis G, causada por el GB virus C (GBV-C) o VHG. Se cree que el poder citopático del virus de la hepatitis G es escaso, pues se ha registrado que es capaz de infectar a humanos, pero no de causar enfermedad. Es necesario obtener más información para conocer su efecto sobre el organismo, sobre todo cuando se presenta como agente coinfeccioso junto con otros patógenos (VHB, VHC, VIH y más).

8. Hepatitis alcohólica

Como su propio nombre lo indica, la hepatitis alcohólica es un tipo de hepatitis provocada por la ingesta de alcohol. No se trata de un único cuadro clínico, sino que puede presentarse en varias modalidades dependiendo de la cantidad de alcohol que se ingiere, la susceptibilidad y el tiempo de consumo. En general, se considera que el consumo de más de 80 gramos en hombres y 50 en mujeres al día es suficiente para que, con el paso del tiempo, ocurra una hepatopatía.

La hepatitis alcohólica se caracteriza por la inflamación del hígado y puede variar en gravedad, desde una forma leve hasta una variante severa, la cual puede ser potencialmente mortal. Los síntomas comunes incluyen dolor abdominal, ictericia (color amarillo en la piel y los ojos), fatiga, pérdida de apetito y náuseas. El diagnóstico se realiza mediante pruebas de función hepática y otros estudios de imagen.

El tratamiento principal implica la abstinencia total de alcohol, lo que puede permitir la recuperación del hígado en los casos leves con daño hepático reversible. En cuadros clínicos más graves, puede requerirse hospitalización y tratamiento médico especializado. La hepatitis alcohólica también aumenta el riesgo de complicaciones como la cirrosis hepática y el cáncer de hígado. La prevención y el tratamiento temprano son fundamentales para evitar daños permanentes y sus potenciales consecuencias.

9. Hepatitis tóxica

La hepatitis tóxica es una inflamación del hígado que ocurre como consecuencia a la exposición a determinadas sustancias, como elementos químicos industriales, hierbas, suplementos y, en menos casos, medicamentos recetados o analgésicos de venta libre. Por lo general, el hígado es capaz de descomponer las sustancias nocivas para su excreción, pero en algunos casos la exposición constante a estos subproductos puede provocar daños hepáticos irreversibles.

Las formas leves de hepatitis tóxica suelen ser asintomáticas, por lo que solo se pueden detectar a través de analíticas sanguíneas. En caso de que aparezcan signos clínicos, son comunes el color amarillo de la piel (ictericia), picazón, dolor abdominal, cansancio, pérdida de apetito, aparición de erupciones cutáneas, fiebre, pérdida de peso y coloración anormal de la orina. El tratamiento de este cuadro es muy variable y depende del agente causal.

10. Hepatitis autoinmune

La hepatitis autoinmune es una enfermedad del hígado en la que el sistema inmunológico ataca por error a las células hepáticas, lo que da lugar a daño e inflamación en el hígado. Se desconoce la causa exacta de esta patológica, pero se sospecha de factores genéticos y ambientales como algunos de los desencadenantes principales.

Los síntomas de este cuadro clínico incluyen muchos de los ya descritos en líneas previas, como fatiga, dolor abdominal, ictericia, pérdida de peso y malestar general. El diagnóstico se realiza mediante pruebas de función hepática y análisis de sangre para detectar marcadores autoinmunes, y el tratamiento implica el uso de medicamentos inmunosupresores para reducir la actividad del sistema inmunológico y controlar la inflamación hepática.

La hepatitis autoinmune puede llevar a complicaciones como cirrosis y requiere un manejo a largo plazo para controlar los síntomas y prevenir el daño hepático progresivo. El pronóstico varía, pero con un tratamiento adecuado, muchas personas pueden llevar una vida normal. En última instancia, cabe destacar que se han detectado 2 formas de la enfermedad, siendo la tipo 1 la más frecuente.

Pruebas de detección de la hepatitis B y la hepatitis C por PCR ultrasensible.

Como ves, son muchos los tipos de hepatitis, y sus características clínicas varían mucho según el agente causal. De todas formas, una cosa queda clara: mantener la salud hepática es esencial, pues este órgano es fundamental para mantener el bienestar a corto y largo plazo. Ante cualquier señal de daño hepático, te recomendamos acudir con urgencia a tu profesional médico de confianza.

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