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Microbiota intestinal: definición y funciones

Las bacterias son microorganismos unicelulares que se encuentran en prácticamente todas las superficies de la Tierra. Juegan un papel vital en el desarrollo de los ecosistemas, ya que se encargan de transformar la materia, producir múltiples sustancias y descomponer desechos, entre otras muchas cosas. Sin la acción de las bacterias desde tiempos ancestrales, la vida en nuestro planeta sería impensable.

Además de colonizar la tierra, el mar e incluso el aire, las bacterias habitan sobre nuestro cuerpo y dentro de él. En la mayoría de los casos establecemos una relación de simbiosis con ellas (ambos ganamos), pero en otras su crecimiento excesivo o ausencia puede dar lugar a enfermedad. En las siguientes líneas, te contamos todo lo que tienes que saber sobre la microbiota intestinal.

¿Qué es la microbiota intestinal?

Antes de entrar de lleno en el concepto que nos interesa, vemos necesario establecer términos. Las bacterias son organismos microscópicos unicelulares, carentes de núcleo, que se multiplican por división celular simple. Se presentan en diversas formas, incluyendo estructuras helicoidales, esferas, barras y filamentos curvados, entre otras. Muchas tienen flagelos y otras herramientas móviles para poder desplazarse en el entorno tridimensional.

La microbiota hace referencia al conjunto de microorganismos que se encuentran en los tejidos sanos de nuestro cuerpo. Este grupo de bacterias vive en relación simbionte (nos benefician y nosotros a ellas) o comensal (no nos molestan, pero tampoco nos benefician de forma clara) con el ser humano. Además, residen en nuestro cuerpo de forma más o menos permanente y pueden llegar a cumplir múltiples funciones.

Según estas definiciones, es fácil llegar a la conclusión de la microbiota intestinal es el conjunto de bacterias que viven en el tubo digestivo del ser humano. Más allá de microorganismos de este grupo, la microbiota engloba también a protozoos, hongos y virus que se han adaptado a la vida en las mucosas o luz intestinal desde hace milenios. Gran parte de ellos son microorganismos permanentes o nativos, pues colonizan su nicho tras el nacimiento y no nos abandonan hasta la muerte. Otros, por contra, van y vienen según diversos factores.

En este punto, cabe destacar que los términos microbiota y microbioma están muy relacionados, pero no son intercambiables. La microbiota hace referencia al conjunto de microorganismos que habitan en un nicho concreto, mientras que el microbioma abarca a estos microorganismos y al resto de factores que se relacionan con ellos (sustancias liberadas, ADN libre que les pertenece, condiciones ambientales y más). Con fines divulgativos, utilizaremos el término microbiota a partir de ahora.

También hay que tener en cuenta que, a pesar de su uso en la cultura popular, referirse a la microbiota como flora intestinal es algo erróneo. Las bacterias no pertenecen al grupo de las plantas. Cada vez se establecen más los términos microbiota y microbioma, pues reflejan mucho mejor la realidad.

Bacteriuria asintomática.

¿Cómo conseguimos nuestra microbiota?

El intestino de los recién nacidos es prácticamente estéril. De todas formas, el contacto con la madre hace que se empiecen a “heredar” microorganismos de la flora vaginal y gastrointestinal materna. La lactancia es un paso importantísimo para el desarrollo de la microbiota, causando un aumento de bifidobacterias en el cuerpo del bebé. El destete y el consumo de una dieta mucho más variada marca el paso del microbioma infantil al de un adulto. En general, los niños pequeños tienen una diversidad bacteriana más escasa.

¿Qué bacterias habitan en nuestro intestino?

Según estudios, la población microbiana del intestino humano incluye unos 100 billones de bacterias de unas 500 a 1000 especies distintas. Poniendo un poco esta cifra en contexto, esto significa que tenemos 10 veces más microorganismos intestinales que células formadoras de tejidos en el cuerpo. Si pesásemos todos los componentes bacterianos que viven en nuestro tubo digestivo, la cifra sería de 200 gramos (o más).

El estómago y el duodeno son regiones relativamente poco habitadas, pero la proporción aumenta a medida que se avanza por los intestinos. El duodeno, justo conectado con el estómago, cuenta con menos de 10^3 células bacterianas por gramo de contenido. Esto se debe a que el entorno no es favorable para el crecimiento bacteriano, sobre todo por la presencia de bilis y el rápido flujo de alimentos.

Por otro lado, el colon, la parte más grande del intestino grueso que conecta con el ano, cuenta con más de 10^11 unidades bacterianas por gramo de contenido. Sin duda, con estas cifras en mano se puede decir con seguridad que el intestino humano es uno de los ecosistemas más densamente poblados del mundo.

Los 5 filos bacterianos principales (categorías taxonómicas muy amplias) que se pueden encontrar en nuestro entorno intestinal son los siguientes:

  • Bacteroidetes.
  • Firmicutes.
  • Actinobacteria.
  • Proteobacteria.
  • Verrucomicrobia.

Las bacterias del grupo Firmicutes suelen ser las más abundantes, representando una abundancia relativa de hasta el 65% del total. Los Bacteroidetes les siguen de cerca, con hasta un 23% de la representación. Las actinobacterias suponen un 5% y, el resto, un porcentaje aún más bajo. Los microorganismos más conocidos que habitan nuestro tracto gastrointestinal del filo Firmicutes comprenden géneros bacterianos muy presentes en el entorno médico, entre los que destacan Lactobacillus, Bacillus, Clostridium, Enterococcus y Ruminicoccus.

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Más allá de tecnicismos, cabe destacar que la proporción de la microbiota cambia entre las personas y no es fija en todos los momentos de la vida. Los hábitos dietéticos, la localización geográfica, el estado general de salud y otras muchas cosas más pueden hacer que predominen unas bacterias sobre otras en este entorno en un momento vital concreto. El índice de resiliencia, una medida tomada en muchos estudios de microbiota, cuantifica la capacidad del microbioma para mantenerse estable a pesar de las perturbaciones externas. En general, tener un índice de resiliencia alto es bueno.

¿Qué funciones tiene la microbiota intestinal?

Como hemos dicho en líneas previas, muchos de los microorganismos pertenecientes a la microbiota intestinal viven en una relación de simbiosis con el ser humano. Esto quiere decir que tanto ellos como nosotros nos beneficiamos de la interacción. El ser humano le ofrece a la microbiota un entorno en el que vivir, condiciones estables y una fuente constante de nutrientes. De vuelta, las bacterias nos otorgan:

  • Metabolizar ciertos alimentos. Algunas bacterias producen enzimas que permiten degradar compuestos de origen vegetal, lo que supone hasta el 10% de la ingesta calórica diaria.
  • Producción de vitaminas. El género Lactobacillus, por ejemplo, es un productor de nutracéuticos debido a la capacidad de sintetizar metabolitos esenciales tales como vitamina B12.
  • Degradar toxinas. Las bacterias del tracto digestivo tienen grandes capacidades enzimáticas y pueden metabolizar sustancias químicas ambientales de varias familias químicas, ya sea aumentando o disminuyendo su toxicidad para el huésped.
  • Proteger ante patógenos. La microbiota ocupa un nicho físico y funcional, lo que dificulta que otros microorganismos “malos” lo colonicen. Además, ciertas bacterias son capaces de generar sustancias bactericidas que atacan, de forma directa, a los patógenos que intentan invadirnos.

Disbiosis intestinal: el desajuste de la microbiota

La disbiosis intestinal es un desequilibrio de la microbiota/microbioma del tubo digestivo. Muchos de los efectos de la disbiosis son transitorios y leves, pero en algunos casos pueden agravarse y se requiere la intervención de un profesional médico. Dentro de este grupo patológico, se pueden diferenciar 3 eventos causales:

  1. Se pierden bacterias intestinales beneficiosas.
  2. Hay un sobrecrecimiento de comunidades bacterianas potencialmente patógenas.
  3. Hay una pérdida de diversidad bacteriana general.

En la mayoría de los casos, los 3 tipos de disbiosis ocurren de manera simultánea. Esto puede deberse a un cambio drástico en la dieta, la ingesta accidental de productos químicos, las adicciones (como el alcoholismo), el consumo de antibióticos por una infección no relacionada, el estrés, la ansiedad y muchos factores más.

Algunos de los síntomas que más se asocian a la disbiosis intestinal son los siguientes:

  • Mal aliento (halitosis).
  • Náuseas.
  • Dolor de estómago.
  • Estreñimiento/diarrea.
  • Hinchazón abdominal.
  • Dolor de pecho.
  • Fatiga.
  • Problemas para concentrarse.
  • Ansiedad y depresión.
  • Picor rectal o vaginal.
  • Problemas al orinar.
  • Urticarias cutáneas.

La prueba de hidrógeno en el aliento es uno de los métodos tradicionales para detectar una disbiosis intestinal. De todas formas, cada vez existen más métodos sofisticados que permiten cuantificar, incluso a nivel de género, las bacterias presentes en el intestino. Esto posibilita el diagnóstico de la disbiosis y también sirve para conocer el estado de salud general en lo que a la microbiota intestinal se refiere.

El microbioma reflejado en placas de cultivo.

Como puedes ver, la microbiota intestinal es un mundo sanitario y biológico y constante expansión. Cuanto más sabemos sobre ella, más nos damos cuenta del papel que juega en condiciones y patologías de origen antes difuso, como la obesidad, el autismo, la diabetes, el cáncer colorrectal y muchas más. Aunque aún se requiera más investigación, sin duda la microbiota va a jugar un papel vital en el terreno farmacológico en las próximas décadas.

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